Macario

M A C A R I O

Autor: Bruno Traven
Editorial: Selector
Páginas: 80
Precio:

$ 119.25 Amazon
$ 140 Gandhi 

ISBN: 978-607-453-559-4

 

Sinopsis:

Macario es la singular aventura o desventura de un hombre humilde, hambriento, que al dar satisfacción al mayor deseo de su vida -comerse en soledad un pavo entero- recibe poderes sobre la vida y la muerte. A partir de ese momento, Macario vive experiencias extraordinarias y la visita de tres personajes poderosos.

 

¿Por qué en El lugar de Beatriz?

Porque el mayor anhelo del protagonista, Macario, era comerse el solito un guajolote. Aunque el tema no es propiamente la comida, sino el hambre, siempre el hambre, la miseria, la sencillez y la fe. Este libro tenía que estar en El Lugar de Beatriz.

Mi opinión (Excelente, Muy bueno, Me gustó-pudo ser mejor, No vale la pena, Muy malo)

Muy bueno.

Me llevé al menos tres sorpresas con esta historia

1. El autor es de origen alemán, y sin embargo logra capturar con fidedigna transparencia la idiosincrasia mexicana.

2. El libro es cortito, menos de 100 hojas, narrado de una forma sencilla y campechana, habla de la muerte como algo casual y tiene la habilidad de sorprenderte con ese final, tan abierto a infinidad de posibilidades.

3. En 1959 el director mexicano Roberto Gavaldón la lleva al cine, protagonizada por Ignacio López Tarso; Macario fue la primera película mexicana nominada para el Premio Oscar a la Mejor Película Extranjera,

Desde la primera hoja me dio tristeza la realidad que vivían (y viven) miles de indígenas en México, cargada de resignación, esperanza y hambre, mucha hambre.

Algo para recordar

Macario era leñador en aquel pueblecito. Padre de once hijos andrajosos y hambrientos, no deseaba riquezas, ni cambiar por una casa bien construida el jacal que habitaba con su familia. Tenía eso sí, desde hacía veinte años, una sola ilusión. Y esta gran ilusión era la de poder comer a solas, gozando de la paz en las profundidades del bosque y sin ser visto por sus hambrientos hijos, un pavo asado entero.

Nunca logró llenar su estómago hasta satisfacerse. Por el contrario, siempre se sentía próximo a morir de hambre, pese a lo cual, todos los días del año, sin descontar los domingos y días festivos, tenía que dejar su hogar antes de que amaneciera para ir al bosque, dl que regresaba al anochecer con una carga de leña en la espalda. Aquella carga, que representaba todo un día de trabajo, la vendía por dos reales…y a veces por menos.

Sólo durante el tiempo de aguas, cuando prácticamente no tenía competencia y, mejor aún, en los días señalados, como, por ejemplo, el día de los Fieles Difuntos, en que la demanda era mayor por parte de los fabricantes de velas y de los panaderos, que horneaban toda clase de panes de muerto y calaveras de azúcar, llegaba a conseguir que le dieran hasta tres reales por su carga de leña.
Tres reales constituían una fortuna para su esposa, conocida en el pueblo como Mujer de los Ojos Tristes. Ella, de modo más marcado que su marido, producía la impresión de que se iba a desvanecer de hambre.

Cuando Macario llegaba a su hogar, al anochecer tiraba la carga, con un suspiro revelador de su agotamiento. Tambaleándose, tropezando, llegaba hasta el interior de la choza y sin hacer ruido se dejaba caer sobre una sillita primitiva que uno de los niños acercaba rápidamente a la mesa, igualmente tosca, sobre la que Macario extendía ambos brazos exclamando:

─ ¡Ay, mujer, qué cansado estoy y cuánta hambre tengo! ¿Qué hay de comer?

Su mujer contestaba:

─ Frijoles negros, chile verde, tortillas, sal y té de limón.

La cena era siempre la misma, sin variación alguna.

El conocía la respuesta de su mujer desde mucho antes de llegar a su casa y hacia la pregunta simplemente por decir algo y para que sus hijos no lo consideraran como una simple bestia de carga. Cuando aparecía la comida, servida en jarros y cazuelas de barro, él ya se había quedado profundamente dormido, por lo que su mujer tenía que despertarlo diciéndole:

─ Macario, la comida está en la mesa.

─ Demos gracias a Dios por las mercedes que nos dispensa a nosotros, pobres pecadores ─ musitaba él, e inmediatamente empezaba a comer.

No había tomado los primeros bocados cuando se percataba de que todos sus hijos lo vigilaban con la esperanza de que no comiera mucho y dejara algo para que ellos pudieran repetir, ya que siempre su ración era insuficiente.

Entonces dejaba de comer y se concretaba a beber el té de limón. En cuanto vaciaba el jarro, murmuraba con voz plañidera:

─ Oh, Señor, si por lo menos una vez en mi pobre vida pudiera comerme entero un guajolote asado, moriría feliz y descansaría en paz hasta el día del Juicio Final.

A menudo no decía tanto y se conformaba con murmurar:

─¡Oh, Señor, concédeme, aunque sea una sola vez, todo un pavo para mí solo!

Tantas veces habían escuchado sus hijos aquel lamento que ya no le prestaban atención, considerándolo como una forma de dar gracias después de la cena. Sabían que las mismas posibilidades de que su padre gozara de un pavo asado eran las que existían de que poseyera mil pesos oro, aun cuando hubiera rogado toda su vida por ellos.

Su mujer, la compañera más fiel y abnegada que hombre alguno pudiera desear, sabía que su esposo no comía tranquilo ni lo suficiente mientras sus hijos lo vigilaran con ojos hambrientos, deseando hasta el último de sus frijoles. Esto la apesadumbraba, pues tenía buenas razones para considerarlo un buen marido, con cualidades que ni siquiera podía soñar que encontraría en otro.

Macario nunca le pegaba a su mujer. Trabajaba tanto como a un hombre le es posible hacerlo, y solamente los sábados en la noche solía reservarse dos centavos para beberse un traguito de mezcal que ella misma compraba en la tienda, porque sabía que obtendría el doble de la cantidad que a él le darían por el mismo precio en la cantina del pueblo.
Percatándose del excelente esposo que tenía, de lo mucho que trabajaba para mantener a su familia y de lo mucho que amaba a sus hijos, la mujer empezó a ahorrar hasta el último centavo de los pocos que ganaba lavando ropa y desempeñando trabajos pesados para otras mujeres del pueblo, que gozaban de mayores posibilidades que ella.

Después de ahorrar sus centavitos durante tres largos años, que le parecieron una eternidad, pudo hacerse del pavo más gordo que encontró en la plaza. Reventando de gozo y satisfacción lo llevó a su cada cuando los niños estaban ausentes y lo escondió de forma tal que nadie pudiera descubrirlo. No dijo ni una sola palabra cuando llegó su marido rendido, agotado, hambriento y, como siempre, rogando al cielo por su pavo asado.

Aquella noche hizo que los niños se acostaran temprano. No temía que su marido se diera cuenta de lo que ella preparaba, porque el hombre se quedaría, como siempre, profundamente dormido en la mesa, de donde se levantaría como sonámbulo para dejarse caer, privado de sentido, sobre el catre.

Si en alguna ocasión una cocinera preparó un pavo para una buena comida poniendo en ello todo su amor, toda su habilidad, así como todos sus buenos deseos, fue en aquélla. La mujer trabajó con devoción durante toda la noche a fin de que el pavo estuviera listo antes del amanecer.

Macario se levantó para comenzar su trabajo diario y se sentó a la mesa para tomar su pobre desayuno. Nunca se ocupaba de dar los buenos días, ni tenía la costumbre de que su mujer se los diera. Si algo faltaba en la mesa o si no hallaba el machete y las cuerdas que necesitaba para su trabajo, murmuraba alguna palabra sin abrir apenas la boca. Como sus exigencias eran escasas, a pesar de que se expresaba con palabras muy limitadas, las absolutamente necesarias, su mujer lo comprendía perfectamente sin incurrir jamás ni en lampas leve equivocación.

─ Hoy es tu santo, esposo querido. Felicidades. Toma, aquí tienes el pavo asado que durante tantos años has deseado y por el que tanto has rogado. Llévatelo a lo más profundo del bosque para que nadie te moleste y puedas comértelo solo. Ahora date prisa antes de que los niños lo vayan a oler y se enteren de que lo tienes, porque entonces no podrías dejar de compartirlo con ellos. Anda, corre.

Él la miró largamente con sus ojos cansados.

“Por favor” y “gracias” eran términos que jamás empleaba. En cuanto a la idea de ceder un pedacito del pavo a su mujer, no tuvo cabida en su cerebro, porque su mente, acostumbraba a albergar no más de un pensamiento cada vez, estaba ocupada en aquel momento en el que su esposa le había sugerido de correr con su pavo antes de que los niños lo descubrieran.

 

Del Autor – Bruno Traven

Nacido el 23 de febrero de 1882 en Schwiebus/Brandenburgo Oriental en Alemania, Bruno Traven fue marinero, actor, editor de revistas y político anarquista antes de verse forzado a huir de su país después de la Primera guerra Mundial. Llega a México en 1924. Llega a Tampico y escribe El Barco de la muerte, un libro semiautobiográfico que se vuelve un Best-Seller en Alemania. Viaja a Chiapas y tiene mayor contacto con la forma de vida y las tradiciones de los indígenas. Entonces une su visión política con la realidad de la región y escribe novelas como Macario, La carreta y La Rebelión de los Colgados.

Muere en ciudad de México el 26 de marzo de 1969. Su última voluntad es que sus cenizas fueran esparcidas en el Río Jataté, en Chiapas.

La Improbabilidad del Amor

La Improbabilidad del Amor

Autoras: Hannah Rothschild
Editorial: Suma
Páginas: 598
Precio:

$ 299 Amazon,   $399 Gandhi, Péndulo, Porrúa

ISBN: 978-607-315-059-0

 

Sinopsis:

Una novela deslumbrante sobre el amor, un famoso cuadro desaparecido y un oscuro secreto del pasado. Finalista del Baileys Women’s Prize

Annie McDee busca en una destartalada tienda de segunda mano de Londres un regalo para su nuevo, aunque poco recomendable, amante. Escondida entre trastos apolillados, una pintura llama su atención y, tras invertir sus escasos ahorros en el regalo, Annie prepara también una deliciosa cena… aunque él nunca aparece.

Ahora tiene en casa un cuadro que empieza a acumular polvo. Y que resulta ser La improbabilidad del amor, la gran obra perdida de uno de los pintores franceses más influyentes del siglo XVIII. Este hallazgo fortuito conducirá a Annie al lado más oscuro del mundo del arte, enfrentada a gente que haría cualquier cosa por poseer la pintura.

Para un oligarca ruso exiliado, una avariciosa jequesa, un subastador desesperado, un marchante sin escrúpulos y muchos otros, este cuadro simboliza sus grandes esperanzas y sus peores miedos. En su búsqueda de la verdadera identidad de la obra, Annie desvelará algunos de los más terribles secretos de la historia de Europa. Y descubrirá que es capaz de amar de nuevo.

 

¿Por qué en El lugar de Beatriz?

Porque Annie, la protagonista, es una Chef.  Además me la recomendó el joven que me atiende en Gandhi Polanco (prometo pronto preguntarle su nombre, para mayor referencia).

 

Mi opinión (Excelente, Muy bueno, Me gustó-pudo ser mejor, No vale la pena, Muy malo)

Muy bueno.

Si no le pongo la mayor calificación es porque, al principio se me hizo que había demasiadas historias paralelas, muy largamente tratadas, pero en general me pareció una excelente historia. Incluso te engancha y no lo puedes dejar de leer.

Al buscar la biografía de la autora, entiendo ahora qué está muy bien documentada sobre el tema, es su mundo: muestra el glamour de los multimillonarios y del arte. Trata del amor-desamor, del arte, de los nazis, de frustraciones y traición.

Annie, una chef autodidacta, recién separada de su pareja, tratando de rehacer su vida comienza una relación con un sujeto a quién decide hacerle un regalo, visita una tienda de antigüedades y le compra un cuadro (por cierto, él la deja plantada y jamás regresará). El cuadro le cambia la vida.

Al mismo tiempo, entra a trabajar como chef suplente con una rica mujer y su padre, quienes tienen una galería de arte, donde se dedican a adquirir y vender cuadros.

Alrededor de estas dos historias se desarrolla la trama, siempre entrelazadas a un cuadro.

Narrada en tercera persona, a veces tiene voz la protagonista, o el marchante, la millonaria, o el ruso; vaya, hasta el antiguo cuadro nos narra como ha sido su deambular por el mundo.

 

¿Quién debería de leer La Improbabilidad del Amor?

Por supuesto, a quienes les gustan las historias de Amor, la historia del Arte (muy muy muy interesante) y por supuesto a quienes les gusta leer sobre temas Gourmet, con un enfoque novedoso: hacer una comida temática sobre un cuadro.

 

Algo para recordar

El nuevo dominio de Annie era una cocina rectangular y alargada contigua al comedor de las <recepciones>. Al abrir los armarios, encontró material de cocina de todo tipo, protegido aún, en su mayoría, por el embalaje original. Pensó en su posesión más valiosa y preciada, sus cuchillos japoneses de cocina. Los cinco juegos que descubrió en la cocina de los Winkleman eran de una calidad que jamás se podría permitir.

Le pidieron que firmara un contrato de confidencialidad, le dieron una contraseña que se activaba mediante el iris y le entregaron una lista de menús. Para su consternación, Annie comprendió enseguida que la rutina no variaba nunca. Comidas y cenas giraban en torno a pescado y verduras, hervidos o al vapor. Las únicas hierbas aromáticas aceptadas eran el eneldo y el perejil; el ajo, el cilantro y el chile estaban prohibidos bajo cualquier circunstancia; la sal y la pimienta solo con moderación. Había que hacer las tortillas sin yemas y todas las comidas tenían que acabar con una manzana al horno. Los ingredientes debían ser orgánicos y, en la medida de lo posible, de proximidad. Para Annie, preparar tajadas de cosas blancas era como una tortura. Para ella, la comida era color, olor y presentación tanto como sabor: la experiencia de comer debía iniciarse en los ojos y la nariz y luego explotar en la imaginación. Masticar y paladear eran el clímax de una experiencia sensual.

Las noches que Memling o Rebecca cenaban en sus respectivas casas, Annie tenía que entregar la comida a los criados filipinos, que la depositaban luego en un montaplatos donde mantenía a la temperatura adecuada. Bajo ninguna circunstancia podía dirigirse a Memling Winkleman, tenía que apartar la vista si se lo cruzaba por los pasillos y hablar con Rebecca solo cuando ella le hablara. Las comidas mas interesantes que prepararía serían para el husky blanco de Memling, Tiziano, que alternaba entre conejo, buey y pollo mezclados con huevos crudos y verduras finamente cortadas.

Al tercer día, Annie empezó a redactar su carta de dimisión, aunque ello implicara volver a vivir en la miseria. Le daba igual que el pescado fuera de una calidad incomparable, se sirviera en porcelana de Sévres y fuera acompañado del mejor vino francés; su sueño era cocinar, no pasarse la vida pegada a la olla a vapor. Parte de la felicidad que comportaba cocinar una comida deliciosa consistía en ver la expresión que despertaba en la cara de la gente; en aquel puesto, se limitaba a depositar los platos en una especie de armario caliente. Estaba segura de que el achaque de su predecesor era resultado de la monotonía. A última hora del miércoles, Rebecca la mandó a llamar. Antes de ir, Annie guardó la carta de dimisión en el bolsillo del delantal blanco almidonado. Pero antes de que le diera tiempo a entregársela, Rebeca le dio órdenes para preparar una cena para veinte comensales la semana siguiente que se celebraría en honor a una importante clienta, Melanie Appledore. El objetivo de la velada era presentar a la coleccionista una obra de Caravaggio que llevaba por título Judith decapitando a Holofernes, una versión o boceto reciente descubierto del famoso cuadro expuesto en el Palazzo Barberini de Roma. Annie podía quebrantar por una vez el régimen a base de pescado, siempre y cuando se abstuviera de utilizar ajo y chile. El menú tenía que consistir en tres platos y el primero se serviría a las ocho en punto. La asistente personal de Rebecca le haría llegar una lista de preferencias individuales y alergias. Cuando salió del despacho, Annie cayó en la cuenta de que, una vez más, la reunión había durado exactamente cuatro minutos.

Sin poder acceder a los archivos de monsieur George, Annie no tenía ni idea de qué se esperaba de la <cena Caravaggio>. Jesu, el mayordomo jefe, y su esposa, Primrose, le explicaron que las cenas solían comenzar con una sopa y que el plato principal era siempre pescado. La última cena importante que Annie había preparado había sido en Devon, una fiesta sorpresa de cumpleaños para Desmond y cincuenta amigos. Él quería mojitos, hamburguesas y malvaviscos asados ─<nada de chorradas de esas elegantes>─, pero Annie había confiado en que el banquete acabara convenciéndolo. Era finales de verano y cumplía cuarenta y Annie, combinando el tema del festival de la cosecha con los años dorados de la vida, había decidido decorar el techo del granero de un amigo con mazorcas de maíz, dalias y crisantemos para crear un jardín colgante interior. Había amenizado las mesas de caballete con calabazas, manzanas y figuritas hechas con materiales naturales, y sentado a los invitados, a los que había pedido que vistieran en tonos rojos o dorados, sobre balas de paja. Había preparado cantidades industriales de sopa de calabaza y se había pasado el día entero a la sombra de un manzano asando un cerdo; como remate había cocinado un crumble de moras y manzanas cubierto con la nata casera típica de Devonshire. Había confeccionado una corona de cebada para que la luciera Desmond, pero él, al verla, la había echado a la barbacoa y había estado a punto de malbaratar la velada con su mal humor.

Con poco dinero para regalos, Annie siempre se ofrecía para encargarse de la cocina en las fiestas de sus amistades o de sus hijos. Muchos bromeaban y le decían que habían tenido más hijos o se habían casado por el simple hecho de poder disfrutar de sus banquetes. Sus fiestas eran legendarias: torres de gelatina de colores vibrantes, perros y ovejas de tamaño natural hechos de pastel y cubiertos con pelaje de aspecto completamente real y colas confeccionadas con glaseado y mazapán. Para un amigo, un profesor de antropología que había pasado medio año en un pueblo perdido de Camboya, Annie había recreado una fiesta tribal. Para otra amiga, Pernilla, nacida en una pequeña ciudad al norte de Estocolmo, había preparado una cena tradicional sueca con sopa negra hecha de sangre de ganso, pato oreado y pastel de frutos rojos. A pesar de que no había quedado ni una migaja de nada, Desmond había dicho que era la cena más asquerosa e incomible a la que había tenido la desgracia de asistir; no era de extrañar que Pernilla hubiera huido por piernas de su país natal.

Annie decidió examinar el cuadro, que estaba ya expuesto en el vestíbulo principal de la galería. Era una imagen poco apetecible: un hombre con la garganta cortada, la sangre derramándose sobre una tela blanca, la vida apagándose latido a latido; la autora, una bella mujer de cabello negro, miraba al espectador con expresión triunfante y sujetaba en la mano un cuchillo ensangrentado; observaba la escena una vieja fea y arrugada. Annie manoseó la carta de dimisión y decidió que no tenía nada que perder si preparaba un fantástico banquete: como mínimo, la despedirían por algo de lo que se sentiría orgullosa.

 

De la Autora – Hannah Rothschild

Hannah Rothschild es escritora y directora de cine. Sus documentales se han emitido en las cadenas BBC y HBO y en festivales cinematográficos internacionales. Escribe guiones para Ridley Scott, entre otros, y artículos para Vanity Fair, The New York Times, Harper’s Bazaar, Vogue y otras revistas. Su primer libro, The Baroness, se publicó en 2012 y se ha traducido a seis idiomas. En agosto de 2015 asumió la presidencia del patronato de la National Gallery. Pertenece también a los patronatos de diversas fundaciones y museos, como la Tate Gallery, y es una de las vicepresidentas del Hay Festival. Vive en Londres.

 

Es autora de las novelas

1. Pannonica
2. La improbabilidad del amor

 

Galletas, recetario internacional

Galletas, recetario internacional

Autor: Nancy Baggett
Editorial: Noriega Editores (Limusa)
Lugar y Año de la publicación: México 1993
Páginas: 240
Precio: no encontré proveedor, ni en mercado libre
Yo lo compré en Liverpool y me costó N$ 120 (¡nuevos pesos!)
ISBN: 968-18-4440-8

 

Sinopsis:

Galletas, a todos nos gustan y cualquiera puede hacerlas. Para satisfacer al insaciable come galletas que todos llevamos dentro, al fin se publica Galletas, recetario internacional, con una colección irresistible de las mejores recetas de todo el mundo, seleccionadas y aprobadas meticulosamente: las tradicionales galletas americanas como las de pasas y avena, o las de crema de cacahuate, que le traerán gratos recuerdos, y galletas modernas como las nueces macadamia que se deshacen en la boca. Un capítulo está dedicado a la información básica para hacer galletas, desde utensilios e ingredientes hasta técnicas y secretos. Las recetas se proporcionan en forma clara, sencilla y directa.

 

¿Por qué en El lugar de Beatriz?

Yo calculo que este libro debe de tener conmigo al menos veinticinco años (su precio en nuevos pesos ufff).
Mi opinión:
El libro es maravilloso y es interminable la cantidad de muy buenas recetas que he sacado de aquí.
De lo mejor que tengo en recetario de galletas. Cada receta que he probado ha sido increíble. Las recetas son fáciles de seguir y si las sigues al pie de la letra, quedan perfectas. Las de Limón (con un exquisito relleno) y las de maíz (aquí llamadas molletes) me encantan.
Además de recetas ricas, algunas muy lucidoras.
Si lo llegan a ver en libros usados, CÓMPRENLO porque vale mucho la pena.

De la Autora, Nancy Baggett:


Nancy Baggett es una de las maestras de repostería más respetadas de Estados Unidos. Es autora del libro de galletas All-American, The International Cook Cookbook y The International Chocolate Cookbook, que fue considerado el mejor libro de recetas de postres por la Asociación Internacional de Profesionales de la Cocina. Su trabajo ha aparecido en Gourmet, Food & Wine, Bon Appetit y Ladies ‘Home Journal. Ella ha participado con sus recetas en muchos programas de televisión, incluyendo Good Morning America y CBS This Morning.

 

Autor Otras Obras:

Tiene infinidad de libros publicados, todos de galletas y en ingles. Aparentemente este que presento es el único en español

Antolín y el taquito de sal

Antolín y el taquito de sal

Autoras: Rebeca Orozco
Editorial: Planeta Junior
Páginas: 166
Precio:

$ 168 Amazon, $ 168 Gandhi, $ 168 El Sótano, $ 168 Porrua

ISBN: 978-607-07-5057-1

 

Sinopsis:

Antolín, un adolescente humilde y entusiasta, tiene un sueño: quiere ser chef. Para ello, y sin planearlo, emprenderá un increíble viaje culinario por todo México.

Antolín tiene catorce años, sueña con viajar y ama la cocina mexicana. Un día como cualquier otro, encuentra un sorprendente anuncio en una de las principales avenidas de San Luis Potosí: SE SOLICITA CHEF
¡Esa era la oportunidad que Antolín estaba buscando! Pero ¿cómo podría hacerla realidad? Recorrería el país para aprender las mejores recetas de México y para eso necesitaría valentía, mucha creatividad… y un cómplice: ¡Su hermano Blas!
Ambos emprenden una inolvidable aventura que los lleva a saborear las delicias gastronómicas de Zacatecas, Aguascalientes, Jalisco, Michoacán, Yucatán y los estados más emblemáticos de México. En su camino encontrarán recetas para chuparse los dedos, tradiciones inolvidables y habitantes orgullosos de los colores y de los sabores que alegran los corazones de los mexicanos.

Este es un maravilloso viaje, que además cuenta con atractivas ilustraciones, por nuestra comida más tradicional y que dejará sorprendidos a niños y adultos.

 

¿Por qué en El lugar de Beatriz?

En México (país) se acostumbra que en las Tortillerías además de la báscula para despachar, siempre tienen un salero. Entonces, tu llegas a comprar tu kilo de tortillas, y antes de que te las envuelvan para llevar, te ofrecen que agarres una, le pongas sal y hagas un taquito.

Taquito de sal
Suena a casa, a conocido.
El niño que quería ser chef. Me gustó el tema.

 

Mi opinión (Excelente, Muy bueno, Me gustó-pudo ser mejor, No vale la pena, Muy malo)

Me gustó (sin el “pudo ser mejor”: La trama es sobre dos hermanos que atraviesan la República Mexicana en busca de recetas porque Antolín quiere ganar el concurso para ser el chef en una importante hacienda del estado de San Luis Potosí.
Además de que van recopilando recetas, también describen experiencias y tradiciones.
Por supuesto se trata de un libro juvenil, excelente para comenzar con un club de lectura en escuelas, porque es ilustrativo de nuestras tradiciones y de valores. Además de que es cortito. Tiene 166 páginas, pero al menos 30 son de imágenes, viene ilustrado.
Ahhhh y vía web puedes conseguir las recetas que fueron recopilando los hermanos. Los tamales de ejote se me antojaron

 

Algo para recordar

Capítulo 11

La despedida fue triste, pero Antolín y Blas debían continuar su camino: la siguiente parada era Oaxaca y ya tenían dos lugares en un carruaje. Los hermanos se habían encariñado con sus compañeros de trabajo y extrañarían el arrojo del Pelón y la humildad de Ponciano.

Se despidieron entre abrazos y prometieron escribirse. Antolín pensó entonces que, además de recetas, su largo recorrido le había regalado la posibilidad de atesorar encuentros afortunados. ¿Cómo olvidar a don Rutilio y su habilidad para escuchar los sonidos de la tierra? ¿A doña Arcadia y su memoria perdida? ¿Al músico que tocaba el flautín y sus pirekuas? ¿Al científico que buscaba madrigueras? ¿A doña Faustina y su musgo luminoso?

Luego de desayunar, caminaron sin rumbo por las calles de Oaxaca toda la mañana, a la deriva, sin saber qué hacer, qué buscar. Antolín estaba triste y agotado. Extrañaba su casa, los consejos de su madre, las gallinas que corrían de un lado al otro del patio. Hubiera querido escuchar a su padre hablando sobre las virtudes del agua, de las acequias, de las garrafas que llevaba por la ciudad de San Luis Potosí. Se le estaba acabando la fuerza para continuar. Había recorrido muchos kilómetros y conocido a muchas personas, y todavía faltaba un largo trecho para llegar a Mérida. ¡Cómo extrañaba su cama y el pedazo de cielo que se veía desde su ventana!

Blas también estaba pensativo. Poseía sueños y deseos propios, ¿por qué seguir a su hermano?

De pronto chocaron con un diablo de cartón, de tres metros de alto.
─ No quería hacerles daño, muchachos. Perdón, perdón, perdón…Lo que pasa es que tengo que llegar a la mojiganga y ya voy retrasadísimo.
─ ¿Mojiganga? ─ preguntó Blas.
─ Que chistosa palabra. ¿Qué quiere decir? ─añadió Antolín.
─ Desfile, baile, canto, alegría… ¿Por qué no vienen conmigo? Se divertirán de lo lindo.
─ ¡Vamos! ─gritó Blas, exultante, imaginando que aquel diablo les enseñaría a hacer maldades.
─ ¡Bravooo! ¡Síganme! ─ gritó el gigante, antes de correr con su cuerpo rígido y torpe hacia las calles del centro.

Sobre una carreta adornada con flores y papel de china, una pequeña orquesta encabezaba una procesión en honor a la Virgen de la Soledad. La seguían ejecutantes de danza regional y un grupo de muñecos, de tres metros de alto, que bailaban al son de la música girando sobre si mismos y moviendo sus largos brazos de tela. Los hombres estaban vestidos con trajes de manta, paliacates y sobreros inmensos.

Las mujeres llevaban faldas y encajes de colores vivos, blusas con tira bordada, collares tintineantes y cabello de estambre trenzado con listones.

Los muchachos se unieron al río festivo: alzaban los brazos, giraban sobre si mismos y seguían el ritmo de los tambores de la orquesta. Antolín pensó que era divertido estar en aquel mundo de gigantes. De vez en cuando, el diablo asustaba a los niños o se inclinaba para abrazar y besar, con su boca de pintura y pegamento, a las señoritas incautas.

Sobre la oscuridad del cielo, los fuegos artificiales trazaron flores, cascadas, caracoles y rehiletes. Observando aquella lluvia de luz. Antolín se estremeció. La visión era de incalculable belleza.

Al terminar la fiesta, el gigante se quitó el disfraz y, para sorpresa de los hermanos, apareció un sujeto bonachón, aunque de ojos tristes, vestido de seminarista.
─ Me escapé del seminario para participar en la mojiganga ─confesó─. No sirvo para rezar ni para el encierro. Hace dos años que, en contra de mi voluntad, mis padres me mandaron a esa casa de formación, pues decidieron que tenía que llegar a ser un cura devoto y ejemplar.
─ Y tú, en cambio, quieres ser diablo, ¿o no? ─preguntó Blas.
─ No ─dijo riendo─. Deseo dedicarme al teatro. De niño vi actuar a un grupo en la plaza y me encantó. Por desgracia, mis padres dicen que estar en un escenario es casi lo mismo que ser demonio.
─ Si lo deseas con toda tu alma, dedícate a eso ─aconsejó Antolín─. Mira, yo, por ejemplo, seré cocinero… ¡y nadie en esta vida me lo va a impedir!
─ ¿Y tú? ¿qué quieres ser? ─preguntó el seminarista.
─ Aeronauta ─respondió Blas.
─ Pues eso es más difícil que trabajar de actor.
─ Voy a construir mi propio globo aerostático y a volar lejos, adonde el viento me lleve…
─ ¿Sin rumbo fijo? No creo que les guste a tus padres…
─ No saben. Cuando se loS cuente quizá me entiendan…, o a lo mejor no.
─ ¿Y tú? ─preguntó Antolín─. ¿Les has dicho a tus papás que vas a ser cocinero?
─ Claro, me dieron su bendición para viajar y juntar recetas.
─ Exageras ─replicó Blas─, nos dejaron salir de San Luis muy a su pesar.
─ Entonces son viajeros. Con razón traen cargando sus hatillos. Pero… ¿no están muy chicos para andar solos?
─ Claro que no. Ya tenemos catorce y trece años…, aunque, claro, el viaje no ha sido fácil.
─ Lo más terrible es cuando tenemos el estómago tan vacío como un pozo seco ─añadió Blas.
─ Pues vamos a comer un molito ─ propuso el seminarista que se disfrazaba─. ¿Se les antoja? ¡Yo los invito!

Se acercaron a un puesto donde una cocinera custodiaba varias ollas.

─ Tengo mole hecho con chilhuacle color amarillo naranja. ¿Quieren probarlo? ─dijo al tiempo que les ofrecía un pedazo de tortilla remojada en el guisado.
─ Mmm, riquísimo, ¿Qué otros ingredientes tiene? ─quiso saber Antolín.
─ Uy, chamaco, ¡cantidad de cosas!: cebolla, pimientas gordas, clavos, cominos, orégano oaxaqueño, tomates verdes, manteca, hierba santa y masa de tortilla para espesar.
─ ¿Podemos probar otro? ─pidió Blas.
─Tengo mole de iguana, mole negro, rojo ixtepequeño, coloradito, molito de camarón, de garbanzo…
─ Deme del coloradito ─dijo Blas.
─ A mi de iguana ─pidió el seminarista.
─ También tengo el famoso chichilo. Mucha gente lo pide.
─ ¿Con que se hace? Preguntó Antolín.
─ Con chile chilhuacle negro, chiles mulatos y guajillos, jitomate, miltomates, hierba de conejo, pimienta. ─La mujer hizo una pausa para tomar aire y prosiguió─: Canela, clavo, comino, hoja de aguacate tostada y masa de maíz para espesar.
─ Deme un plato de ese. Se ve riquísimo. Oiga, ¿a qué sabe el chilhuacle?
─ Es seco y picante. La palabra quiere decir “chile viejo”. Es de color negro y tiene sabor a ciruela pasa, según unos; y a chocolate amargo, según otros.

Tan deliciosos fueron los primeros platos de mole que pidieron una segunda vuelta.

Cuando Antolín rogó que le dieran alguna receta, la cocinera dijo que no era que pensara mal de un muchacho como él, pero hacia varios años una señora que le había pedido las recetas de sus moles puso un puesto frente a ella y le robó la clientela.

─ ¡Que aprovechada! ¡No me diga que sigue vendiendo frente a usted! ─exclamó el chico.
─ Ya no, desde el día en que vacié, a escondidas, un chorro de salsa de chile savina rojo en cada una de sus ollas. A partir de entonces, ¡nadie le compró nada de nada! ¡El savina rojo pica el doble que un chile habanero y seguramente les quemó la lengua a los clientes!
─ La venganza es dulce ─dijo Antolín
─ Más bien picosa ─opinó Blas.
Las risas no se hicieron esperar.

Antolín insistió a la vendedora tres veces más que le diera una receta, pero fue imposible. Argumentó que debían quedarse dentro de su pensamiento y no salir nunca.

De pronto, los muchachos se dieron cuenta que no tenían dónde pasar la noche y le pidieron consejo al seminarista, quien, amablemente, les ofreció quedarse en un cuarto de huéspedes que había en casa de sus padres.

La mañana siguiente, la madre del seminarista los acompañó a una oficina de telégrafos para que pudieran redactar un texto que viajaría por el aire hasta la casa paterna:

Amados padres: vale la pena viaje. Tengo recetas pico gallo, tamales ejote, nieve sorbete. Aventuras emocionantes. Conocimos diablo y científico. Seguimos hacia Mérida.

Extrañámoslos. Esperamos encontrar carta casa tía Prodigio.

Agradecieron a la señora sus atenciones. Luego, se alejaron contentos de haber presenciado una mojiganga y de haber conocido a un diablo de buen corazón.

De la Autora – Rebeca Orozco

Rebeca Orozco

Nació en Ensenada, Baja California, el 26 de agosto de 1956. Narradora. Estudió Ciencias de la Comunicación Social en la Universidad Anáhuac en la Ciudad de México. Ha escrito guiones para radio y televisión, así como la obra teatral Zaidé, que ganó el Premio Julio Bracho a lo Mejor de Teatro de Búsqueda en 1987. Premio Antonio García Cubas otorgado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en 2006 por Detrás de la máscara. Máscaras de México. Colaboró en las antologías Historias para sentir e Historias para habitar, publicadas por Ediciones SM en 2004

Es autora de las novelas

1. Tres golpes de tacón (2009)
2. Amor de mis amores (2011)
3. La batalla del 5 de mayo: ayer y hoy,
4. Doña Josefa y sus conspiraciones,
5. Lo que va y lo que viene: la Nao de China,
6. El chamaco Covarrubias,
7. Las piezas del rompecabezas,
8. La cajita de Olinalá,
9. El galeón de Filemón
10. Colección Animales de México, así como los
11. cuentos Azul rey, azul reina,
12. Blanca Luna,
13. Gafas en reparación y
14. El diablito de Benjamín.