Los libros del 2021

Este año 2021 ha sido un descontrol.

Y no porque me haya enfermado de Covid ( a Dios gracias, a Dios Gracias, a Diooos Gracias) o porque me haya tirado en el sofá en calidad de bulto (¡¡¡¡ Huelga!!!). Nooooo.

He estado muy activa en todos los aspectos (cocinando, leyendo, viendo series, tomando cursos u haciendo ejercicio -siiii, se los juro-). Pero el descontrol viene de no publicar en el blog lo leído. Por alguna extraña razón me cuesta trabajo ¿concentrarme? ¿inspirarme? No se que pasó, solo se que vi crecer el número de carpetas fotografiadas, editadas y sin publicar.

Les quiero comentar que el tipo de los libros que estoy leyendo ha cambiado, pero conservo el gusto por tomar nota de todo aquello que tiene que ver con comidas, bebidas, especias, etc…a veces es muy extraño donde se encuentran referencias gastronómicas.

Va la lista:

 

Los libros del 2021

Enero

1. Una Educación, Tara Westover – libro

 

Febrero

2. La cocina del Azafrán, Yasmín Crowther – libro

Marzo

3. Fermentación para principiantes, Drakes Press – libro

4. En busca del tiempo perdido, por el camino de Swann, Marcel Proust – libro

5. Un ataque de Lucidez, Jill Bolte Taylor – ebook


6. Caballo de Troya I, Israel, J.J. Benitez – Audiolibro (reelectura)
7. La Historiadora, Elizabeth Koblova – libro / audiolibro


8. Oliver Twist, Charles Dikens – libro /audiolibro


9. Jane Eyre, Charlote Brontë – audiolibro

10. Orgullo y Prejuicio, Jane Austen – audiolibro

11. Roseanne, Maj Sjöwall – libro/audiolibro

 

12. Los diez maridos de Evelyn Hugo, Taylor Jenkins Reid – Audiolibro

 

Abril

13. Tan poca vida, Hanya Yanagihara – ebook

14. No abras los ojos, John Verdon

15. 11/22/63, Stephen King

16. El Libro Salvaje, Juan Villoro

17. El Aroma de las Especias

 

Mayo

18. Las dos ancianas, Velma Wallis

19. Emma, Jane Austen

20. El día que se perdió la cordura, Javier Castillo

21. La ciudad está triste, Ramón Díaz Eterovic

22. No confíes en Peter Pan, John Verdon

23. El Hombre en busca de Sentido, Viktor Frankl

24. La Biblioteca de la Media Noche, Matt Haig

25. Deja en Paz al Diablo, John Verdon

26. Sangre en la nieve, Jo Nesbo

27. Sol de Sangre, Jo Nesbo

28. El Caso Hartung, Soren Sveistrup

 

Junio

29. La Madre de Frankestein, Almudena Grandes

30. El Cuarto Mono, J. D. Barker

31.  A la Sombra del Ángel, Kathryn S. Blair

32. Nadie me verá llorar, Cristina Rivera Garza

33. La Octava Vida, Nino Haratischwili

 

Julio

34. El Tapiz Amarillo, Charlotte Perkins

35. El Gato Negro, Edgar Allan Poe

36. Rebelión en la Granja, George orwell

37. La Tierra de los Abetos Puntiagudos, Sarah Orne Jewett

¿Café, Té o una Bala?

Día 11- ¿Café, Té o una bala?

Aún tengo fresco ese buenísimo programa llamado El Agente de Cipol (yo lo amaba) y recuerdo claramente un capítulo titulado

¿Café, Té o una Bala?

Y si, más o menos así me he encontrado desde hace unos cuantos meses, dándome un tiro en el pie con tal de no tener que elegir entre estas dos posibilidades.

Imagen de Bioguia.com

¿Alguna vez te ha pasado que no puedes cambiar un hábito que está acabando contigo? ¿has expresado “primero muerta, que dejarlo”?

Y el problema, por supuesto, no es el Café.

He leído tanto sobre los Beneficios del Café como sobre Beneficios del Té.

El primero supera por mucho al segundo, pero me parece que no es tan real; más bien se trata de que llevamos décadas tratando de justificar no darle el carpetazo al CAFÉ.

Ambas bebidas tienen beneficios comprobados, siempre y cuando no caigas en los excesos, pero yo no tuve límites en cuanto a la cantidad de café que consumí durante 30 años y todos sus puntos a favor comenzaron a perder sentido.

Procedo de una familia veracruzana – sinaloense, que toma tanto café, que cuando nos reunimos en casa, es frecuente que por las tardes se prepare una jarra y nos sentemos a la mesa para degustar una humeante taza.

Cuando comencé a trabajar hace 35 años, lo primero que aprendí fue que invariablemente, por las mañanas, caminaba con un termo de café (4 tazas) en mi mano…y por las tardes me preparaba otro igualito (8 tazas al día). Ah y por supuesto antes de salir de casa me tomaba dos tazas más. Mi café era tan cargado, que mis compañeros de oficina se referían a mi termo como “café de trailero” sin azúcar, sin crema, sin leche. Cada año lo hacía más y más cargado.

Por supuesto con ese ritmo, tarde que temprano pagaría la factura.

La primera vez que fui al gastroenterólogo y me dio mi hojita de “dieta para persona con gastritis”, la hice bolita y la aventé al basurero antes de salir del hospital, porque de reojo alcancé a leer entre los alimentos prohibidos al Café.

¿¿¿Qué le pasa al doctor??? Pensé, ¿que no se da cuenta que me dolerá muchísimo la cabeza por la falta de cafeína? Todo menos aceptar que el café estaba acabando con mi estómago. Pues sí, muy frecuentemente a media noche sentía que la comida se me regresaba (reflujo) y no podía salir de casa sin mis TUMS y o mis sobrecitos de RIOPAN.

Impensable dejar de tomar 8 o 10 tazas al día. El Café era mi vida.

Y entonces se me ocurrió tomar el curso de Tés y Maridaje con Repostería, en la Universidad del Claustro de Sor Juana, con el Chef Emilio Díaz. Ya se los he platicado.

No puedo decir que me entusiasmara el Té ¿a quién engaño? Lo hice por mi Diplomado Profesional en Vinos para la formación del Sommelier, ya que incluía un apartado de Té que yo pensé en adelantar. Quería conocer.

En la primera clase probé el Té verde aderezado con clavo de olor. Y aunque los postres era lo menos importante, la combinación de sabores, las frutas secas y la nuez acompañados de esa olorosa taza de té…me fascinó.

El Chef llenó el pizarrón con los distintos tés de china y japón. Esa noche llegué a casa y me metí a la página de Euro-te y elegí cuatro tés: uno de japón y tres de china. Aproveché el descuento del buen fin (siiii, era octubre) y éstos fueron los que me marcaron para no volver a desayunar jamás con café. No me hacía falta.

Compré un Té verde Gyokuro, de japón y los tés de china fueron 1) El mejor de los Tés blancos, llamado también Té Imperial o Aguja Plateada (Silver Needle), 2) Té ulong Osamanthus dorado  3) Y por último, y quizás el que más pensé para comprarlo, por su precio (como es una sola pieza, no hay manera de decir solo quiero 20 gramos) compré Pu her Verde o También llamado “Sheng pu erh” o crudo. Prensado en forma de pastel, que es la forma más antigua de tomar Té en China.

Cada mañana comencé haciendo una jarra, y hoy día llego a preparar hasta tres (de dos tazas cada jarra). Estoy inscrita en un Club de Tés (cada dos meses me mandan 4 tipos diferentes de tés). Los que más me gustan, compro una bolsa de 100 gramos. Los que menos me gustan, me olvido de ellos.

  • Me mantengo en que me gusta el Té puro, sin saborizantes
  • No me duele la cabeza por la falta de cafeína (es un mito)
  • Ha mejorado muchísimo mi gastritis
  • Cada lata de té que abro, es una nueva experiencia, la mayoría de las veces son sorpresas gratas.

Por el momento sigo ocupada con mis cursos de vinos, por lo que veo difícil que vaya a tomar un nuevo curso de tés pronto, pero seguiré probando diferentes tes, de diferentes partes del mundo. Llevo mis fichas de cata, y no me conformo con lo que me manda el club, también consulto información en la web y me he hecho de varios libros:

Platiqué con el Sommelier Sergio López quién me comentó que a él le pasó igual cuando probó el Té…tomó curso, se entusiasmó, pero a los seis meses regresó al café. Claro que él no tiene gastritis. Ya veremos cómo me va a mí.

El café y yo no estamos divorciados, me sigue gustando mucho. El olor a café recién preparado me mata. Pero por supuesto mis hábitos sobre consumo de café han cambiado. No tomo más de dos tazas al día de café.

¿Y qué hay de ti?

¿eres de los que moriría si te quitan el café?

La Veredadera Historia de los Chiles en Nogada

Muchos muchos muchos años haciendo chiles en nogada, coleccionando recetas (recortes de periódicos y de libros), revisando libros y más libros, solo para saber. Probando, por supuesto probando chiles por toda la ciudad.

De tanto leerla y oírla, uno acaba convencida, que los Chiles en Nogada, emblemático platillo mexicano de los días patrios, fue preparado por primera vez para Agustín de Iturbide.

Falso de todo falso.

Como también la historia esa de que a la fuerza debe de servirse el Chile en Nogada al tiempo, porque se echa a perder la nogada.

Desde que tengo memoria, lo sirvo y lo pido bien caliente, aunque la nogada esté fría o al tiempo. Yo no permito que nada se eche a perder, me lo como de inmediato.

Y bien, buscando aquí y allá, más sobre las diferentes técnicas, diferentes ingredientes, para mencionarlos en mi entrada, abrí al menos 20 libros (la mitad recetarios, la otra mitad ensayos sobre la comida mexicana. ¡¡¡Buenisimos!!!) jamás le había dedicado tiempo a esto; como comento, uno se casa con la idea que más circula. Por eso quise poner este capítulo de mi libro Los Chiles Rellenos en México, Antología de Recetas, donde he conocido un poco más sobre los orígenes de tan suculenta y vistosa receta.

Va…

 

Los Chiles con Historia y Nombre

La Dinastía de los Chiles en Nogada

 

Ningún chile relleno goza de tanto prestigio como los famosos chiles en nogada. Muchos argumentan tener la mejor receta por ser de origen poblano o porque proviene de la abuelita o porque es de algún convento. Lo cierto es que en la actualidad existen tantas recetas como cocineros, y cada uno de ellos les aporta alguna novedad y un toque personal.

Los Chiles en Nogada aparecen en la historia de México con la confirmación de la Independencia de la República, el 28 de agosto de 1821, fecha en que Agustín de Iturbide visitó Puebla después de haber firmado los tratados de Córdoba con el nuevo y último virrey de la Nueva España, Juan O’Donojú. Como parte de las celebraciones y coincidiendo con el santo de Iturbide, el día de San Agustín, fue ofrecido un banquete en su honor. En él se presentaron varios platillos, los cuales no se dignó probar, argumentando malestar estomacal. La realidad era que temía ser envenenado por los fanáticos de la hegemonía española que lo consideraban traidor o por los mismos insurgentes. A pesar de ello, cuando se le presentaron los Chiles en Nogada inventados en su honor por las monjas del convento de Santa Mónica, Iturbide no pudo resistir la tentación y comió hasta saciarse; a partir de entonces los Chiles en Nogada se convirtieron en su platillo predilecto.

Además del hecho histórico y de su exquisito sabor, los Chiles en Nogada revisten especial importancia por los colores de su presentación, pues ofrecen a la vista del comensal los colores patrios: el verde del perejil, el blanco de la nogada y el rojo de la granada.

El origen popularmente aceptado de los Chiles en Nogada debe estudiarse con más detenimiento, especialmente cuando se afirma que éstos fueron hechos por primera vez para Iturbide. En los últimos años se ha tratado de saber más acerca del verdadero origen de este platillo, y de acuerdo con la investigadora Guadalupe Pérez San Vicente, esta receta ya existía en el siglo XVIII. Como prueba de ello, cita el libro La Típica Cocina Poblana y los Guisos de sus Religiosas de Salazar Monroy. Por otro lado, se debe considerar la historia de la receta de los Chiles en Nogada de Atlixco, en la que se reseña que la familia Traslosheros ha llevado un registro de esta receta con datos anteriores al 28 de agosto de 1821.

De lo que no hay duda es que ahora es un platillo nacional del que se enorgullece cada mexicano y con el que se celebran las fiestas de Independencia. Los que cocinan saben de lo laborioso de su preparación, y los que únicamente lo comen aprecian su inigualable sabor y su presentación, especialmente cuando tienen que pagarlo, pues realmente valen lo que cuestan. A otros les admira lo curioso de su origen histórico o su aspecto nacionalista, y todavía muchas familias se siguen reuniendo el día de San Agustín o de la Independencia, para degustarlos.

Con el correr de los años, la receta ha sufrido muchas modificaciones, y es difícil precisar cuál fue la original. Provocan verdaderas controversias si deben capearse o no y si se deben servir calientes, tibios o fríos, pero lo que si es cierto es que cada quien tiene su receta. Sin embargo, de lo que no hay duda es de que la salsa debe ser de nuez de Castilla fresca, y que hay que pelarla para quitarle la piel amarga que la envuelve. Ésta es la parte más laboriosa de todo el proceso de preparación y es muy común que la sustituyan por nuez pacana o por almendras que son más fáciles de pelar, aunque no le prestan a la “nogada” el mismo sabor delicado de las nueces de Castilla. Cabe mencionar que estos chiles sólo se preparan con nueces frescas, cuya temporada coincide con la de las granadas; es decir, desde los últimos días de julio hasta los primeros días de octubre.

En varios mercados de la Ciudad de México se encuentran granadas todo el año, pues muchos vendedores de frutas las guardan y mantienen en buen estado. Al terminar la temporada apartan las mejores y las que no han sufrido ningún golpe o raspón y las colocan en canastos en lugares oscuros. En casa se puede seguir el mismo procedimiento para conservarlas, pero no espere que conserven la piel verde o roja; se les pondrá de color café o amarillento y con textura leñosa. De 10 granadas, 4 o 5 pueden tener los granos muy pálidos, por lo que deben comprarse algunas de más. Por su parte, las nueces se pueden congelar para conservarlas frescas largo tiempo. Muchas familias del Distrito Federal las guardan hasta diciembre para servir los Chiles en Nogada en la cena de Navidad, porque sus colores son también los navideños.

En lo personal creo que hay que cocinar los platillos de temporada o tradicionales a su debido tiempo, pues de otra manera se hacen tantas sustituciones que el resultado es algo totalmente diferente de la receta original. Es mejor esperar la temporada cuando los ingredientes son de óptima calidad y hacer el platillo sin saltarse ningún paso, modificarlo o hacerlo más rápidamente. Si la receta siempre se ha hecho de igual manera desde su aparición, ¿Por qué cambiarla? Es mucho mejor saborear los Chiles en Nogada en verano y en especial durante los meses de agosto y septiembre.
De las cuatro recetas que presentamos, tres son tradicionales. Una de ellas es contemporánea o una nueva versión en la que se respetan todos los aspectos clásicos de las antiguas. En esta antología no se consideraron recetas de conventos o antiguas porque ya existen varios libros de recetas de los principales conventos poblanos, además de que por ser tan antiguas son bastante imprecisas en cuanto a las cantidades de los ingredientes y a su preparación, por lo que habría que recrearlas de cabo a rabo y al final resultarían muy parecidas a las que aquí ofrecemos.

 

Chiles en Nogada de Atlixco

La familia Traslosheros ha conservado por generaciones sus recetarios. A continuación transcribimos la descripción hecha por el señor Traslosheros sobre la forma en que vienen preparando en su casa los chiles en nogada:

Los Chiles en Nogada son un platillo regional poblano. Su origen data del siglo XVIII; se considera barroco por la gran cantidad de ingredientes, lo detallado de su elaboración (la nuez debe ser fresca y pelada a mano) y lo especial de sus componentes (manzanas panocheras, peras de San Juan, duraznos amarillos, queso de cabra poblano, chiles poblanos) que sólo se pueden conseguir en la región y en una determinada época del año.
En la familia Traslosheros los Chiles en Nogada han sido una tradición. El 28 de agosto de cada año es cuando familiares y amigos nos reunimos para convivir y degustar este sabroso y esperado platillo, pues solo en esta época del año es posible hacerlos.

La primera persona que los elaboró en la familia y de la que se tiene memoria fue la señora Azcárate Pérez de Traslosheros (1832-1896), originaria de Puebla, quien aprendió a prepararlos de la familia Azcárate (su abuelo Juan Andrés de Azcárate (1767-1831) fue un prócer de la Independencia) o de la familia Pérez (su tío Francisco Pérez -1798-1868 fue gobernador de Puebla); tal vez fueron ofrecidos a Agustín de Iturbide por alguna de estas familias como cuenta la tradición.

Posteriormente la señora Laura Ávalos Elizalde de Traslosheros (1871-1946), originaria de Atlixco, los aprendió a hacer de su suegra, pero suprimió el vino de jerez y el azúcar de la receta original en que la nogada era dulce, pues su familia no los hacía así.

Después la señora Concepción Madrid Mendizábal de Traslosheros (1911) cuya familia materna era originaria de San Pedro Coxtocan, en Huejotzongo, tomó la receta de su suegra, pues en su familia se hacían con aceite y vinagre (familia Olaguibel).
Por último, la señora Elia Béjar Rojas de Traslosheros (1942) los aprendió a hacer de su suegra, siendo ésta la receta que a continuación se transcribe, que según parece, fue de la familia Ávalos-Varela-Valdetaro, de Atlixco.

Lo anterior no es una fantasía ni un cuento más sobre los chiles en nogada. Es la historia culinaria de una familia que ha guardado celosamente las recetas de estos chiles. Afortunadamente para la cultura de México, esta familia tuvo desde muchas generaciones atrás el cuidado de reescribir la receta, pero no como una receta aislada, sino como parte de un recetario completo en el que cada ama de casa dedicada a las labores del hogar y la cocina fue agregado, entre otras recetas, su versión de los Chiles en Nogada.

Esmerada labor es también la de los hombres de esta familia, quienes además de verdaderamente apreciar estos chiles, solían ayudar a pelar las nueces (sobre todo, las últimas generaciones) y quienes procuraron que sus hijas, hermanas y esposas aprendieran también la receta. El señor Traslosheros se tomó la tarea de conservar los recetarios antiguos de su abuela y de su madre en los que año tras año escribieron con toda precisión su propia receta. En estos recetarios (muy deteriorados por el paso del tiempo y escritos con tinta) encontramos otras recetas de Chiles en Nogada de su mamá, en la que aparece una salsa de nogada que incluye vinagre y vino tinto, y en la que la mamá señala que no le gusta. La receta que ofrecemos a continuación es la gran favorita de la familia Traslosheros.

Todo lo anterior es muy importante porque, sin querer hacer una nueva historia de los Chiles en Nogada, existen muchos datos históricos comprobables de esta familia que nos ayudan a despejar un sinnúmero de ideas y dudas que existen sobre las recetas originales, que siempre han sido objeto de controversia.

De acuerdo con lo que informa esta familia, existen evidencias de que las recetas originales de los Chiles en Nogada son anteriores a la llegada de Agustín de Iturbide a Puebla, para quien supuestamente fueron creados. Es dudoso que la auténtica receta haya salido de un convento de Puebla, ya que aunque la familia tuvo vínculos con algunos conventos, se trata de una receta que la madre enseñaba a su hija o hijas encargadas de cocinar para los varones de las haciendas en que vivieron.

Muchas recetas de la nogada incluían vinos como tinto o jerez, e incluso vinagre y aceite. La familia Traslosheros recuerda que otras familias hacían ocasionalmente los chiles sin capear. En cuanto a la temperatura a la que se deben servir los Chiles en Nogada también es tema de discusión, pues unas recetas dicen que se deben servir fríos, otras calientes y otras más, a temperatura ambiente.

 

Consejos

• Las peras, manzanas y duraznos que se piden en esta receta son difíciles de encontrar fuera de Puebla, por lo que se pueden sustituir por otras variedades, siempre que sean dulces.
• Pele y corte las peras, las manzanas y los duraznos justo antes de freírlos, no lo haga con mucha anticipación porque se oscurecen.
• El queso de cabra puede ser muy difícil de conseguir fuera del estado de Puebla, pero se puede sustituir por un buen queso fresco; en este caso es necesario aumentar un poco de sal, porque el queso de cabra suele ser saladito. No sustituya el queso de cabra poblano con queso de cabra europeos o francés.
• La salsa de nogada es de sabor extremadamente delicado, pero éste se intensifica al mezclarse con el chile y el relleno. No olvide que estos sabores se complementas de manera casi perfecta.
• 200 nueces deben rendir por lo menos 8 tazas de nuez fresca pelada, si no es así deberá pelar más. Cuide a los que pelan las nueces, pues es muy común que mientras las pelan se coman unas cuantas o que algunos pedacitos queden con piel, en cuyo caso la nogada no quedará perfecta. La receta que damos esexacta y todas las nueces son imprescindibles.
• 8 tazas de nueces peladas pesan aproximadamente 1.200 kg
• Tres personas tardan aproximadamente 2 ½ horas en pelar 200 nueces.
• Recuerde que las nueces se pueden conseguir ya peladas en algunos conventos de Puebla y mercados del Distrito Federal como el de Coyoacán.

 

Chiles

25 chiles poblanos listos para rellenar
Seque el interior de los chiles y rellénelos con el picadillo. Si siente que el picadillo es muy pesado o los chiles están muy abiertos, ciérrelos con un palillo.

 

Picadillo

¼ taza de aceite de maíz
6 dientes de ajo cortados por la mitad
1 taza de cebolla finamente picada
1 kilogramos de carne de cerdo molida (pasada por el molino una sola vez)
2 cucharaditas de sal
1 taza de agua
3 cucharadas de aceite de maíz
500 gramos de jitomate licuado y colado
½ taza de almendras peladas y picadas
¾ taza de pasitas
20 aceitunas verdes picadas
2 cucharadas de perejil picado
4 clavos de olor
1 vara de canela de 3 cm de largo
30 gramos de pimienta negra
¼ taza de aceite de maíz para freír las frutas
4 tazas de manzanas panocheras en cubitos
4 tazas de peras de San Juan en cubitos
4 tazas de duraznos amarillos en cubitos
1 cucharada de azúcar
2 tazas de aceite para freír los plátanos
4 tazas de plátano macho en cubitos
1 taza de acitrón en cubitos (1 cuadro de acitrón)
100 gramos de piñones
2 cucharadas de vinagre blanco
• Caliente el ¼ de taza de aceite y fría en él 2 dientes de ajo hasta que queden totalmente dorados (deséchelos); acitrone ½ taza de cebolla, añada la carne, la sal y el agua, tape y cueza todo hasta que esté tierna, aproximadamente 5 minutos.
• En otro sartén caliente las otras 3 cucharadas de aceite, dore 2 dientes de ajo y deséchelos. Acitrone la cebolla restante, añada el jitomate y deje sazonar, agregue las almendras, las pasas, las aceitunas y el perejil, y deje sazonar la mezcla por dos minutos.
• Muela el clavo, la canela y las pimientas, añádaselos al jitomate y reitre el sartén del fuego.
• Añada la mezcla de jitomate a la carne y deje que se sazone 5 minutos
• En otro sartén, caliente el otro ¼ taza de aceite, dore en él 2 ajos, deséchelos y fría la manzana, la pera y el durazno, tape y deje que se frían y cuezan. No deje que se deshagan, la fruta debe quedar entera. Añada el azúcar y en el caso de que las frutas estén ácidas, añádales más azúcar, pues la mezcla debe ser dulce.
• Por separado fría el plátano hasta que se dore ligeramente, reserve el aceite sobrante de freinr las frutas para freír los chiles.
• Mezcle con la carne las frutas, el plátano, el acitrón, los piñones y el vinagre. El picado no debe quedar deshecho.

 

Capeado

12 huevos, separadas las claras de las yemas
¼ taza de harina
2 cucharaditas de sal
1 taza de harina para revolcar en ella los chiles
2 tazas de aceite de maíz

• Bata las claras hasta que hagan picos suaves, añada las yemas, la sal y el ¼ de taza de harina. Bata hasta que todos los ingredientes estén incorporados (le sugiero que el capeado lo haga en dos etapas, sobre todo si usted tiene poca experiencia)
• Revuelque los chiles en la harina y quíteles el exceso golpeándolos con la mano suavemente, pues solo sirve para que se adhiera bien el huevo
• Caliente el aceite con el que frió el plátano en un sartén amplio (conforme vaya necesitando más aceite, añádalo). Deje que humee ligeramente, sumerja los chiles en el huevo y fríalos uno por uno. Mientras se dora ligeramente la parte de abajo del chile, con la ayuda de una pala o espátula bañe la parte de arriba con el aceite caliente para que ésta se dore y no sea necesario voltear el chile. Si no tiene experiencia, voltee el chile.
• Escurra los chiles sobre servilletas de papel. Para quitarles el exceso de grasa del capeado.

 

Nogada

1 taza de almendras peladas
5 tazas de agua fría
400 gramos de queso de cabra poblano
8 tazas de nueces de Castilla limpias

Mezcle todos los ingredientes en un tazón y licue una mitad y luego la otra para evitar que se derrame el vaso de la licuadora. Esta receta es exacta, por lo que se recomienda no alterar las cantidades.

 

Presentación

2 granadas rojas desgranadas (2 tazas de granos)
Ramas de perejil para adornar
Coloque los chiles en un platón. Bañe parcialmente los chiles con la nogada, pues se debe ver algo del capeado. Adorne con las hojas de perejil y la granada.

Feliz Cumpleaños

Cumple … de festejo

Hoy estoy de cumple, recapitulando y dando gracias a Dios por tantas bendiciones recibidas.

Feliz CumpleañosFeliz Cumple aaa miiiiii

Bolsas

Mis Bolsas Ecológicas

Corazón de Pan

A mi padre, en su 15vo. aniversario luctuoso.

 

Poza Rica Veracruz, 1971

 

Papá no fue de besos y abrazos, o por lo menos, no con sus hijas. Lo aprendió en casa de los abuelos, donde las caricias brillaron por su ausencia. Pero se transformó cuando nació Miry, su primera nieta. Entonces fumaba tres cajetillas de cigarros al día, y cuando mi hermana mayor le prohibió agarrar a la nieta, por temor a que fuera a quemarla (a veces no tenía conciencia que traía el cigarro prendido en la mano), de la noche a la mañana dejó de fumar solo para seguir apapachándola.

Y en efecto, en mi infancia papá fue buen proveedor, pero un padre ausente. Estaba casado con su trabajo, con jornadas de doce horas, encargado de mantener funcionando los caminos y carreteras hacia los pozos petroleros. Frecuentemente se nos desaparecía los fines de semana, para darle una vuelta a sus cuadrillas de trabajadores.

Así sucedió aquel domingo, a principios de los años setenta; dando medio día papá agarró camino y nosotras también. Mamá nos subió al carro -cuatro hermanas, la nana Chila y motita la perrita-, y enfiló a casa de la comadre Villareal. Amábamos esa casa, con su enorme jardín donde podíamos correr a nuestras anchas. Estuvimos allí toda la tarde, y las comadres platica y plática. Ya bien entrada la tarde regresamos a casa.

Cual sería nuestra sorpresa encontrar a papá en la cocina. Vestía su clásica camiseta blanca de cuello redondo, su short de cuadritos azul pastel con amarillo y sus chanclitas color beige. Las manos blancas con trozos de masa aún pegados en sus dedos. Tenía harina hasta en las orejas. Cargaba una de las ocho latas de pan que había elaborado mientras nosotras estábamos ausentes.

Acomodó latas con pan sobre las hornillas de la estufa, los rectángulos de masa hojaldrada perfectamente cortados, coronados con glaseado real; mientras que, sobre la mesa del desayunador estaban las latas con los cuellos redondos, delicadamente bañados en azúcar.

Parecía escena irreal, las seis paradas en la entrada de la cocina con la boca abierta, observándolo.  La motita ladraba alegremente.

Como solo el solía hacerlo, en cuanto llegamos, puso la lata en la mesa, se lavó las manos y le ensartó a mi madre la labor de hornear el pan. Para su buena suerte, ella sabía del asunto y tomó la batuta. Papá se encaminó a su recámara.

Cuando el olor del pan comenzó a inundar toda la casa, no lo podíamos creer. En las labores del hogar, papá era tan, pero tan inútil, que no sabía siquiera donde se guardaban los vasos. Siempre había que servirle. ¿Cómo le hizo aquella tarde para conseguir todo lo que ocupó para trabajar? Los ingredientes estaban en la alacena del pasillo, las latas y la báscula en la bodeguita del patio, saliendo de la cocina. ¿Y cómo prendió el horno?

Después de un rato en el horno, las piezas de pan estuvieron listas. Esperé lo mínimo indispensable para probar los Conde. Claramente se veían las capas de hojaldre y el glaseado real se había tornado crujiente. Una cascada de sabor inundó mi boca con la primera mordida. Agarramos un platito -bajo amenaza de mi madre, si llenábamos su recámara de migajas- y nos fuimos a ver a papá, para que nos contara porqué se había puesto a hacer pan.

Esa tarde cuando regresó, encontró la casa vacía, ni la motita estaba. Se metió a bañar, se acostó en la cama -seguramente goteando, como acostumbraba-, prendió la tele sin sonido… y se sintió solo. Comenzó a pensar en Culiacán, en su familia, en la dura infancia que le tocó vivir como hijo de panadero, en las latas que tenía que hacer cada día antes de irse a la escuela ¿Cuántas? ¿cinco o diez? Odiaba los suspiros, se le entumecía el brazo de tanto batir claras, pero le gustaba hacer masa hojaldrada, la técnica era un reto. ¿Cuántos años tenía que no hacía pan? ¿cuarenta? ¿Cuánto de harina y mantequilla? Y cuando se dio cuenta ya estaba paloteando.

Mi abuelo tuvo nueve hijos, seis hombres y tres mujeres. Los hombres tenían que ayudar en el negocio. Cada hijo tenía un número de latas de pan que hacer antes de irse a la escuela. El abuelo Chuy fue un hombre estricto, pero tuvo a bien permitir que sus hijos estudiaran, mi padre fue el mayor y abrió brecha para que sus hermanos siguieran el camino.

Hace poco le pregunté a mamá si antes de aquel día él se había puesto a hacer pan. Me contestó que jamás. Ella no sabía que papá era capaz de elaborar tan deliciosas piezas. Hace quince años que mi padre falleció, muy seguido lo recuerdo. Como cualquier ser humano, estaba lleno de defectos, pero también tenía un lado bueno, escondido entre la harina y el azúcar, un Corazón de Pan.