Después del Banquete
Después del Banquete
Autoras: Yukio Mishima
Editorial: Biblioteca Mishima, Alianza Editorial
Páginas: 299
Precio:
$229 en Gandhi y $213 en Amazon
Sinopsis:
En después del banquete, Yukio Mishima brinda una nueva muestra de su penetrante visión de las relaciones humanas. La novela, que gira en torno al amor y la ambición, está protagonizada por Kazu, mujer que a base de esfuerzo ha conseguido ser la propietaria de uno de los principales restaurantes de Tokio, y Noguchi, destacado político que es uno de sus más distinguidos clientes. Sometido a la sed de poder y a la complejidad de las relaciones humanas, la naturaleza del amor se verá confrontada a una revelación definitiva.
¿Por qué en El lugar de Beatriz?
Los escritores japoneses me han atraído desde siempre, y hasta la fecha no me han decepcionado. Este título -Después del Banquete- es tentador, y me hizo imaginar un sinfín de posibilidades gastronómicas.
Mi opinión (Excelente, Muy bueno, Me gustó-pudo ser mejor, No vale la pena, Muy malo)
Muy bueno. El estilo de Mishima es tradicionalista. En sus libros la muerte y la política están presentes. La historia tiene su punto de arranque durante una comida que tiene lugar en el restaurante de Kazu, la protagonista, con la muerte de un comensal.
Yukio Mishima es un narrador excelente, que nos presenta la vida en japón, sus tradiciones y modos en la política. Quizás lo más fascinante es que la política en todo el mundo es igual, la mueve intereses de poder y dinero.
La parte culinaria es la menos descrita (nula), y se reduce a una relación de menús…muy interesante por cierto.
¿quién debería de leer Después del Banquete?
Esta vez no mencionaré los amantes de la comida japonesa, sino de su literatura. Yukio Mishima es toda una leyenda de ese país. De las cuarenta novelas y veinte relatos que escribió, encontré solo seis traducidas al español. Y aunque estoy segura que su libro El Rumor del Oleaje nada tiene que ver con la comida, me hace ojitos para que sea el próximo libro de este autor que leeré. Dicen que es la novela de amor mejor escrita del mundo. Habrá que ver.
Algo para recordar
De un cierto miembro del Gobierno, Kazu recibió aviso de que al Club Kagen le agradaría celebrar su reunión anual en su establecimiento. El Club Kagen era una especie de asociación integrada por ex embajadores, aproximadamente de la misma edad, y que se reunían cada siete de noviembre. Hasta entonces no habían tenido suerte con los lugares en donde se habían congregado, y el miembro del Gobierno, apiadado de ellos, se lo advirtió a Kazu.
─ Forman un grupo de elegantes caballeros, ya jubilados ─añadió─. Todos, menos uno, que nunca se retiró por completo. Estoy seguro de que ha oído hablar de él; el viejo Noguchi, el famoso Noguchi que perteneció a tantos Gobiernos de antes de la guerra. No sé qué le pasó, pero hace un par de años consiguió un escaño en la Dieta por el grupo radical, pero fue derrotado en las siguientes elecciones.
Kazu se enteró de los planes del club en una fiesta al aire libre que había organizado el ministro. Estaba entonces demasiado atareada para seguir escuchando. Aquel día el jardín se hallaba invadido por una muchedumbre de hombres y mujeres extranjeros. Era como si una bandada de aves grandes y de colores vivos ─y no el enjambre habitual de pajarillos gorjeantes─ hubiese descendido sobre el Setsugoan.
Cuando se aproximó el siete de noviembre, Kazu empezó a hacer planes. Con tales clientes lo más importante era manifestarles su respeto. Las bromas sencillas y el trato familiar que probablemente agradarían a unos individuos en la cima de su poder podían herir el orgullo de unos hombres que antaño fueron famosos pero que ya vivían retirados. Su misión de anfitriona con aquellos ancianos personajes debería limitarse enteramente a escucharles. Mas tarde les halagaría con palabras amables y les daría la ilusión de que en aquella compañía había florecido de nuevo su antigua gloria.
Aquella noche, el menú de Setsugoan fue el siguiente:
SOPA
Miso blanco con champiñones
y cuajada de semillas de sésamo.
PESCADO CRUDO
Rodajitas finas de calamar en salsa
aliñadas con perejil y limón.
GUISADO
Raño en caldo de almejas rojas, pimientos dulces y
limón.
ENTREMESES
Zorzales asados en salsa china, bogavante, vieiras,
nabos en adobo, cogollos de regaliz.
PESCADO ASADO
Dos carpas pequeñas con lubina asadas en sal con
limón.
VERDURAS
Pudin de castañas con cogollos de helechos
y ciruelas en adobo.
Para esta ocasión Kazu vistió un kimono violeta y gris, de pequeños dibujos, con un obi teñido en púrpura oscuro de una sola banda de crisantemos formando rombos. El broche de cornalina del obi lucía una gran perla negra. Había optado por aquellas galas, pensando que sujetarían su amplio cuerpo al tiempo que le proporcionaba una mayor dignidad.
El día de la reunión era cálido y despejado. Poco después de que anocheciera, el ex ministro de Asuntos Exteriores, Yuken Noguchi, y el antiguo embajador en Alemania, Hisatomo Tamaki, llegaron juntos al Setsugoan. Junto a la robusta constitución de Tamaki, Noguchi parecía delgado y poco atrayente, pero bajo su pelo plateado, sus ojos eran límpidos y vivos; cuando relampaguearon, Kazu comprendió por qué aquel inconfundible idealista era el único de los reunidos, todos ex embajadores, que no se había retirado.
La fiesta era animada y sociable, pero los temas de conversación se ceñían al pasado. El más charlatán, con mucho, parecía Tamaki.
La cena tuvo lugar en la sala principal del pabellón de visitantes. Tamaki, cuando comía, se apoyaba en una columna entre la ventana acampanada de negra laca y las puertas correderas espléndidamente decoradas. Las pinturas de las puertas representaban en brillantes colores un par de pavos reales entre blancas peonías. En contraste, el fondo era un paisaje monocromo, una curiosa mezcla de estilos al gusto de la aristocracia provinciana.
Tamaki llevaba en un chaleco de su traje de hechura londinense un antiguo reloj de cadena de oro, regalado por el káiser Guillermo II a su padre, quien también había sido embajador en Alemania. Aquel reloj había conferido a Tamaki prestigio incluso en la Alemania de Hitler.
Tamaki era un hombre apuesto y un gran conversador, un diplomático de inclinaciones aristocráticas que antaño se jactaba de su conocimiento de las ásperas realidades de la vida. Sus intereses actuales, empero, superaban por completo la escena contemporánea. Su mente se hallaba enteramente ocupada en los recuerdos del brillo de las arañas de recepciones de tiempos lejanos, en las que se habían congregado quinientos o mil invitados.
─Pues aquí tengo una rara historia que me provoca estremecimientos en la espina dorsal cada vez que la recuerdo. Ésta es verdaderamente interesante.
La autocomplacencia de aquella introducción de Tamaki habría enfriado incluso el entusiasmo del oyente mejor dispuesto.
─Durante todo el tiempo que llevaba de embajador, jamás había ido en el metro de Berlín; así que un día el consejero de la embajada -se llamaba Matsuyama- me llevó a que lo conociera. Subimos en la cola de un tren de dos vagones; no, probablemente eran tres. Iba bastante lleno cuando entramos. Levanto la vista y ¿a quién veo ante mí? ¡Pues a Goering!
En este punto, Tamaki hizo una pausa para observar la reacción de sus oyentes, pero, aparentemente, todo el mundo había oído la historia una docena de veces y no provocó réplica alguna. Kazu irrumpió en la brecha armoniosamente.
─Pero entonces ya era un hombre muy famoso. ¿No es cierto? ¿Quiere usted decir que iba en el metro?
─Desde luego, se trataba de él, de Goering, que ya por entonces era amo del cotarro. Vestía ropas raídas de obrero y ceñía con su brazo la cintura de una muchacha que no habría cumplido veinte años, una verdadera belleza. Parecía muy seguro de si mismo. Me froté los ojos preguntándome si no me habría equivocado, pero cuando más le miraba, más seguro estaba de que se trataba de Goering. Al fin y al cabo, yo podía saberlo. Le veía en recepciones casi todos los días. Me tambaleé, lo confieso, pero el ni siquiera pestañeó. La chica. Supongo que la chica sería una prostituta, pero, por desgracia, ése es un asunto en el que no soy muy ducho.
Del Autor – Yukio Mishima
Yukio Mishima (三島 由紀夫 Mishima Yukio?, Tokio, 14 de enero de 1925-ibídem, 25 de noviembre de 1970), cuyo nombre de registro civil era Kimitake Hiraoka (平岡公威?); fue un novelista, ensayista, poeta y crítico japonés. Considerado uno de los más grandes escritores de japoneses del siglo XX, es reconocido como uno de los más importantes estilistas de la lengua japonesa de posguerra.
En 1968, fue candidato para el Premio Nobel de Literatura, pero perdió ante Yasunari Kawabata. Escribió cuarenta novelas, dieciocho obras de teatro, veinte libros de relatos y, al menos, veinte libros de ensayos, así como un libreto. Algunas de sus obras más conocidas son Confesiones de una máscara y El pabellón de oro, así como también el ensayo autobiográfico El sol y el acero. Sus obras se caracterizan por mezclar la estética moderna y el tradicionalismo japonés, con enfoques en la sexualidad, la muerte y el cambio político.
Ideológicamente un nacionalista de derecha, Mishima fue el fundador del Tatenokai, una milicia privada creada con el fin declarado de restaurar el poder del emperador. El 25 de noviembre de 1970, Mishima y cuatro miembros de su milicia ingresaron a una base militar en el centro de Tokio, tomaron al comandante como rehén e intentaron inspirar a las Fuerzas de Autodefensa de Japón a revocar la Constitución de 1947 de Japón. Cuando el asalto fracasó, se suicidó mediante el ceremonial del seppuku. Antes de su muerte había finalizado el último libro de su tetralogía El mar de la fertilidad (compuesta por las novelas Nieve de primavera, Caballos desbocados, El templo del alba y La corrupción de un ángel —esta última editada póstumamente, ya que el mismo día de su muerte se la envió a su editor—).
El Premio Mishima Yukio fue creado en su honor, por la editorial Shinchōsha, en 1988.
Los Libros de Yukio Mishima (en español)
El Templo del Alba
La corrupción de un ángel
El Rumor del oleaje
El color prohibido
El marino que perdió la gracia del mar
Nieve de Primavera
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