Yuri de Gortari tiene la culpa

Hace algunos meses tomé con él una clase web en la que habló largamente sobre la cocina conventual, y cerró con broche de oro, recomendando libros.

Delicias de Antaño, Historia y Recetas de los Conventos Mexicanos fue uno de ellos, y se me metió entre ceja y ceja que tenía que conseguirlo. Usado, por supuesto ya que se publicó en una sola edición en 1999.

Este libro, además de hermoso, trae unas recetas increíbles.

La receta de galletas que les comparto viene del Convento de San Juan de la Penitencia (1593) ubicado en Azcapotzalco. Seguramente la receta original no llevaba manteca vegetal (no existía por esos tiempos) y si se me antoja hacer la prueba con manteca de puerco. Les aviso.

Mientras son peras o manzanas, va la receta:

Rosquetes Impregnados de Espíritu de Anís

 

Ingredientes

500 gramos de harina
Una taza de manteca vegetal (se mide derretida)
Una cucharada de semillas de anís
¾ taza de licor de anís
Raspadura de un limón vede

Para el caramelo

½ taza de agua
Una taza de azúcar
Una cucharada de licor de anís o anisete.

 

Para espolvorear

Azúcar glass
Canela en polvo (opcional)

Procedimiento

Como viene redactado en el libro

En una cazuela amplia, o en una batea de madera, se extiende ½ kilo de harina. Aparte, se derrite manteca vegetal, se mide hasta tener una taza y se vuelve al fuego; cuando suelte el hervor, se le pone una cucharada de semillas de anís y, antes que se doren, se vuelca la manteca hirviendo junto con las semillas sobre la harina a modo de mojarla toda para que se tueste pareja. Se revuelve y se moja poco a poco con un vaso de licor de anís y se espolvorea con la raspadura verde de un limón, sin llegar a lo blanco (que amarga).

Se amasa y se forman los rosquetes, que se van colocando en latas engrasadas, y se hornean hasta que se cuezan.

Mientras, se prepara un almíbar espesito con ½ taza de agua, una taza de azúcar y una cucharada de anisete.

Una vez cocidos los rosquetes y estando el almíbar tibio, se sumergen únicamente las rosquillas de la parte superior y se dejan orear en rejillas de alambre para que se escurran. Después se polvean con azúcar pulverizada revuelta con canela en polvo, o sin ella, según el gusto.