Por el Camino de Swann
Por el Camino de Swann
Autora: Marcel Proust
Año de publicación: 1913.
País: Francia.
Género: Novela modernista. Novela experimental
Valoración: Muy bueno.
Alianza Editorial
Extensión: Extensa (551 pags)
Dificultad de lectura: Alta dificultad.
Temas: Recuerdos, costumbres, niñez, relaciones humanas.
Autores con obras similares: James Joyce, Virginia Woolf
Precio: ***es una referencia, debes considerar que estos se mueven constantemente
$322 Librería Gandhi y Amazon, $385 Buscalibre.com
ISBN: 978-84-206-52272-6
Sinopsis:
Por el camino de Swann es la primera novela de Marcel Proust, la primera del ciclo de siete que componen En Busca del Tiempo Perdido (1. Por el camino de Swann (1913), 2. A la sombra de las muchachas en flor, 3. El mundo de Guermantes, 4. Sodoma y Gomorra, 5. La prisionera, 6. La fugitiva y 7. El tiempo recobrado).
La obra incluye uno de los pasajes más famosos de la literatura, cuando el narrador come una magdalena mojada en té, lo que desata los recuerdos de su infancia.
Para muchos historiadores y críticos, En busca del tiempo perdido no sólo es una obra cumbre de las letras francesas del siglo xx, sino también una de las más grandes creaciones literarias de todas las épocas, en la que la trasposición en el relato de la vida de Marcel Proust (1871-1922), así como de personajes y ambientes sociales de su tiempo, dio forma a un nuevo y fecundo camino en el campo de la novela.
¿Por qué en El lugar de Beatriz?
Preguntando aquí y allá sobre libros que nos platicaran sobre comida, en repetidas ocasiones me recomendaron a Marcel Proust y sus Magdalenas.
Mi opinión (Excelente, Muy bueno, Me gustó-pudo ser mejor, No vale la pena, Muy malo)
Muy bueno
¿se acuerdan del Libro Madame Proust y la cocina Kosher? Fue la primera vez que leí sobre Marcel Proust y me propuse leer al menos un libro de este autor. Me ha gustado tanto que continuaré con la serie.
Proust tiene una impecable narrativa, nos presenta el Paris de principios del siglo pasado. Aunque debo de confesar que a punto estuve de claudicar. Las primeras 50-70 paginas son densas, muy densas. Si logras pasarlas (cuando era niño, sus sueños-pesadillas, insomnio, sentimientos, emociones, etc etc etc) el resto del libro te encantará. Y no es que sea tan fácil resumir la trama, Proust salta de un recuerdo a otro, de una anécdota a otra. Y todo lo debes de tener presente porque al final del libro, entrelaza. La novela es básicamente un anecdotario donde nos contará las costumbres de la época, su infancia, su adolescencia, la vida en familia, el desamor de su padre, la dedicación de su madre, los destrampes del tío, su relación con amigos, su entusiasmo por la vida de su vecino Charles Swann y su amor por Odette. Todo narrado deliciosamente.
¿quién debería de leer Por el camino de Swann?
A quienes les guste las novelas costumbristas, la Francia del siglo pasado…los olores, sabores, recuerdos…Tiene una narrativa por demás descriptiva.
Algo para recordar
Para El Lugar de Beatriz, no podría ser un texto diferente:
Y otra vez me pregunto: ¿Cuál puede ser ese desconocido estado que no trae consigo ninguna prueba lógica, sino la evidencia de su felicidad, y de su realidad junto a la que se desvanecen todas las restantes realidades? Intento hacerle aparecer de nuevo. Vuelvo con el pensamiento al instante en que tomé la primera cucharada de té. Y me encuentro con el mismo estado, sin ninguna claridad nueva. Pido a mi alma un esfuerzo más, que me traiga otra vez la sensación fugitiva. Y para que nada la estorbe en ese arranque con que va a probar a captarla, aparto de mí todo obstáculo, toda idea extraña, y protejo mis oídos y mi atención contra los ruidos de la habitación vecina. Pero como siento que se me cansa el alma sin lograr nada, ahora la fuerzo, por el contrario, a esa distracción que antes le negaba, a pensar en otra cosa, a reponerse antes de la tentativa suprema. Y luego, por segunda vez, hago el vacío frente a ella, vuelvo a ponerla cara a cara con el sabor aún reciente del primer trago de té, y siento estremecerse en mí algo que se agita, que quiere elevarse; algo que acaba de perder ancla a una gran profundidad, no sé el qué, pero que va ascendiendo lentamente; percibo la resistencia y oigo el rumor de las distancias que va atravesando.
Indudablemente, lo que así palpita dentro de mi ser será la imagen y el recuerdo visual que, enlazado al sabor aquél, intenta seguirle hasta llegar a mí. Pero lucha muy lejos, y muy confusamente; apenas si distingo el reflejo neutro en que se confunde el inaprehensible torbellino de los colores que se agitan; pero no puedo discernir la forma, y pedirle como a único intérprete posible, que me traduzca el testimonio de su contemporáneo, de su inseparable compañero el sabor, y que me enseñe de qué circunstancia particular y de qué época del pasado se trata.
¿Llegará hasta la superficie de mi conciencia clara ese recuerdo, ese instante antiguo que la atracción de un instante idéntico ha ido a solicitar tan lejos, a conmover y alzar en el fondo de mi ser? No sé. Ya no siento nada, se ha parado, quizá desciende otra vez, quien sabe si tornará a subir desde lo hondo de su noche. Hay que volver a empezar una y diez veces, hay que inclinarse en su busca. Y cada vez esa cobardía que nos aparta de todo trabajo dificultoso y de toda obra importante, me aconseja que deje eso y que me beba el té pensando sencillamente en mis preocupaciones de hoy y en mis deseos de mañana, que se dejan rumiar sin esfuerzo.
Y de pronto el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té de tila, los domingos por la mañana en Combray (porque los domingos yo no salía hasta la hora de misa) cuando iba a darle los buenos días a su cuarto. Ver la magdalena no me había recordado nada, antes de que la probara; quizá porque como había visto muchas, sin comerlas, en las pastelerías, su imagen se había separado de aquellos días de Combray para enlazarse a otros más recientes; ¡quizá porque de esos recuerdos por tanto tiempo abandonados fuera de la memoria, no sobrevive nada y todo se va disgregando!; las formas externas -también aquélla tan grasamente sensual de la concha, con sus dobleces severos y devotos-, adormecidas o anuladas, habían perdido la fuerza de expansión que las empujaba hasta la conciencia. Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y más fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan, sobre las ruinas de todo, y soportan, sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo.
En cuanto reconocí el sabor del pedazo de magdalena mojado en tila que mi tía me daba (aunque todavía no había descubierto y tardaría mucho en averiguar el por qué ese recuerdo me daba tanta dicha), la vieja casa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, vino como una decoración de teatro a ajustarse al pabelloncito del jardín que detrás de la fábrica principal se había construido para mis padres, y en donde estaba ese truncado lienzo de casa que yo únicamente recordaba hasta entonces; y con la casa vino el pueblo, desde la hora matinal hasta la vespertina y en todo tiempo, la plaza, adonde me mandaban antes de almorzar, y las calles por donde iba a hacer recados, y los caminos que seguíamos cuando hacía buen tiempo. Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té.
Del Autor – Marcel Proust
Marcel Proust (en francés: [maʁsɛl pʁust]; nombre completo: Valentin Louis Georges Eugène Marcel Proust; (París, 10 de julio de 1871-París, 18 de noviembre de 1922) fue un novelista y crítico francés, cuya obra maestra, su novela En busca del tiempo perdido, (compuesta de siete partes publicadas entre 1913 y 1927) constituye una de las cimas artísticas del siglo XX. Su extensa novela fue enormemente influyente tanto en el campo de la literatura como en el de la filosofía y la teoría del arte.
En ella, el autor francés realizó una importantísima labor de introspección en la que, recordando todo su pasado y rescatando de esta manera recuerdos nítidos y sensaciones, logró retratar su vida en una narración dentro de la cual se colocó como narrador omnipotente de su escritura autobiográfica, creando un estilo onírico característico, donde un olor, un sabor pueden cobrar suma importancia, y saltar a otra memoria, creando de este modo un increíble mar de literatura.
Otros libros de Marcel Proust
1. Por el camino de Swann (1913),
2. A la sombra de las muchachas en flor,
3. El mundo de Guermantes,
4. Sodoma y Gomorra,
5. La prisionera,
6. La fugitiva y
7. El tiempo recobrado).
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