Reseñas de libros, revistas y restaurantes

Día 129 – Los Treinta Menús

Día 129 – Los Treinta Menús

Autor: Josefina Velázquez de León de González
Editorial: Academia de Cocina y Repostería Velázquez de León
Lugar y Año de la publicación: México 1939
Páginas: 124
Precio: No lo encontré a la venta
ISBN: N/A

 

Sinopsis:

Un libro que viene en formato de Menús (sopa, 1era entrada, ensalada, plato fuerte, postre) con la condición de que se trate de platos sencillos para preparar

 

¿Por qué en El lugar de Beatriz?

Porque Yuri de Gortari nos platicó que todas las recetas de esta maravillosa mujer son una garantía.

 

 

Mi opinión:

Elegí al azar un par de menús, tooodo salió muy sabroso.

 

De la Autora

Josefina Velázquez de León de González.

La Señora Josefina Velázquez de León, bajo el lema “saber cocinar es la base de la economía”, enalteció la cocina mexicana, no solo en nuestro país, sino en todo el mundo. Nació en 1899 en el estado de Aguascalientes, Josefina fue la mayor de cuatro hijas del ingeniero Juan Luis Velázquez de León y María Peón Valdéz.

Junto con sus hermanas, Dolores, Guadalupe y María Luisa, en 1905 se mudó a la ciudad de México, donde empezó a tomar clases de caligrafía, dibujo y cocina. No obstante su vida de aristócrata hacendada durante la época de Porfirio Díaz, trabajó duro siguiendo su olfato empresarial.

Fue la primera en recopilar recetas de muy diferentes regiones, catalogarlas y publicarlas, estableciendo así “la relación entre el buen comer y la economía de la familia (…), que sirvió para definir un nacionalismo específico de la clase media basado en las tradiciones religiosas y conservadoras familiares”.

Josefina Velázquez, se casó a la edad de 30 años, con Joaquín González, un hombre de negocios, quien desgraciadamente falleció meses después de la boda. Este devastador evento la llevó a abrazar ferviente la fe católica y a entregarse por completo a lo que mejor sabía hacer: cocinar.

Empezó publicando pequeños folletos llamados Tele-Cocina, con una selección de las recetas que daba en sus clases por televisión. Además del menú de la semana, contenían promociones de los artículos e ingredientes que ella misma vendía en su Academia. Después salieron a la luz los Menús económicos, publicaciones mensuales que revelaban el gusto y las costumbres de la clase media urbana. Para Josefina Velázquez de León, la cocina le pareció una forma de mantener a su familia, pero durante la década de los 30´ las mujeres no tenían tanta presencia en la fuerza laboral de México. Josefina no tenía ningún entrenamiento formal en la cocina, ni recibió una formación académica ya que solamente asistió hasta la escuela secundaria. En una entrevista que concedió a un periódico en el año de 1950, reconoce que sus conocimientos culinarios provenían de su madre y su experiencia.

Mujer de gran valentía, dinamismo espectacular e inteligencia sorprendente para los negocios. Construyó un emporio desde su cocina: fundó y tuteló dos escuelas gastronómicas: la Academia de Cocina Velázquez de León, ubicada en la 4ª Calle de Abraham González No. 68. México, D.F. Conducía programas de radio y televisión, además de escribir para periódicos e incontables revistas; publicó más de 150 títulos en un periodo de treinta años. Sus últimos años, Josefina los dedicó a viajar enseñando y recopilando recetas. Mujer devota (que dejaría toda su herencia a la Iglesia), en cada cocina que llegaba colocaba la imagen de Santa Eduviges, patrona de los menesterosos.

 

Recetas de este libro:

Verduras a la bouquetiere

Filete de Huachinango Josefína

Ensalada Georgette

Doña Bárbara

Día 104 – Doña Bárbara

Doña Bárbara

Autor: Rómulo Gallegos (venezolano)
Editorial: Porrúa
Páginas: 258
ISBN: 970-07-6965-8
Precio: Amazon $319 (kindle $55)  y Gandhi $347 (kindle $138)

 

Sinopsis:

La novela más famosa y exitosa del escritor y político venezolano Rómulo Gallegos retrata la contraposición entre el progreso y la barbarie, el peso de las raíces y el empuje del futuro. Con una trama lineal e interesante, es un auténtico lienzo donde se plasman y en ocasiones se critican las costumbres de los salvajes llanos de Venezuela a principios del siglo pasado.

Llena de color y con un estilo que conmueve, Doña Bárbara es un yo acuso contra la injusticia y la corrupción y, al mismo tiempo, una propuesta para conciliar la naturaleza y el progreso para lograr una mejor vida para todos. Entretejida con este propósito, la trama muestra una intensa historia de amor y venganza al más puro estilo romántico, pero desarrollada según los principios de la corriente modernista. No en vano está considerada y con razón, una de las grandes novelas de la literatura de nuestro continente.

¿Por qué en El lugar de Beatriz?

Mi primer pinino en un Club de Lectura, MacondoClubLiterario (Instagram) y https://t.me/macondoclubliterario (Telegram).

Me parece que me gustaría un club de lectura más chiquito, porque con 261 miembros, de repente era too much.

No alcanzaba a leer todo lo que se escribía, y a veces me parecía estar hablando sola

¿La parte bonita? Por estar con el grupo, le metí velocidad, la leí rápido.

 

 

Mi opinión (Excelente, Muy bueno, Me gustó-pudo ser mejor, No vale la pena, Muy malo)

Doña Bárbara es un libro suigéneris, Muy Bueno.

El protagonista no es Doña Bárbara, ni Santos Luzardo, ni Marisela., ni las traiciones, ni los abusos, ni la corrupción. El protagonista es La llanura venezolana, en donde se enfrentan civilización (Santos Lucano) y barbarie (doña Bárbara), y al final encuentran un punto de equilibrio en medio de los dos mundos.

Rómulo Gallegos se expande al hablar del llano, nos platica sus colores, olores, texturas, somos testigos de la dura vida de los llaneros, olemos la putrefacción del pantano, y sentimos lo fresco de la lluvia, tocamos la humedad de la mañana, nos llenamos del olor a flores sabaneras y del humeante café. Pero jamás nos platica de qué color son los ojos de Santos Luzardo, no sabemos si Marisela tiene el cabello lacio o chino, corto o largo, si es morena o rubia, e incluso de la impetuosa Doña Bárbara no tenemos una descripción fehaciente; solo sabemos que es malvada.

Así es Rómulo Gallegos: enaltece Venezuela, la hace brillar en esta bella novela.

De lo más extraño que las arepas no hayan aparecido en la mesa llanera, dejándole el lugar protagónico al humeante café tinto y oloroso, a veces cerrero (puro, amargo y con un chorrito de licor).
Me quedé esperando describiera un típico desayuno llanero, pero no. Me dio hambre pensar que los jornaleros llaneros salían a laborar únicamente con una humeante taza de café en el estómago…y ya. Quizás la única descripción de un banquete es cuando regresan, cuando las Veladas de la Vaquería que se lleva a cabo cuando comienza a ocultarse el sol (yo ya me habría desmayado). Por lo mismo, el almuerzo es sustancioso: Yucas, ají de leche, topochos (plátano manzano) y frijoles acompañan la carne asada.

Y la noche del sábado, sigue la fiesta: chicharrones fritos, acompañados de un vaso de carato de acupe (bebida elaborada con maíz fermentado, molido y mezclado con agua, endulzada con piloncillo) y dulce de ciruela. Aguardiente para los más intrépidos.

 

Del Autor – Rómulo Gallegos

Rómulo Ángel del Monte Carmelo Gallegos Freire (Caracas, 2 de agosto de 1884 – Ib., 5 de abril de 1969), fue un novelista y político venezolano. Se le ha considerado como el novelista venezolano más relevante del siglo XX, y uno de los más grandes literatos latinoamericanos de todos los tiempos. Algunas de sus novelas, como Doña Bárbara, han pasado a convertirse en clásicos de la literatura hispanoamericana.

Ejerce el cargo de Presidente de Venezuela en 1948 por escasos nueve meses, convirtiéndose en el primer mandatario presidencial del siglo XX1 elegido de manera directa, secreta y universal por el pueblo venezolano, y ha sido el Presidente de la República que ha obtenido el mayor porcentaje de votos a su favor en elecciones celebradas en el país en todos los tiempos, con más del 80% de la totalidad de los votos. Sin embargo, su separación del poder se debió al Golpe de Estado de 1948, liderado por Carlos Delgado Chalbaud.

 

Libros de Rómulo Gallegos

 

Novelas

Reinaldo Solar (1920)
La trepadora (1925)
Doña Bárbara (1929)
Cantaclaro (1934)
Canaima (1935)
Pobre negro (1937)
El forastero (1942)
Sobre la misma tierra (1943)
La brizna de paja en el viento (1952)
El último patriota (1957)
Tierra bajo los pies (1973)

 

Libros de cuentos

La doncella y el último patriota (1957)
Los aventureros (1911)
La rebelión y otros cuentos (1946)
Cuentos completos (1981)

 

Teatro

Los ídolos. Drama en cuatro actos. Caracas. (1909)
Los predestinados. Caracas, La Alborada, n° 2, 14 de febrero (1909)
El Motor. Drama en tres actos. Caracas. Julio (1910)
El milagro del año. (1915), publicada en Obras selectas, Madrid, Edime (1959)

 

Otros

Una posición en la vida (1954), escritos y discursos políticos.

La Voz de los Árboles

Día 72 – La Voz de los Árboles

La Voz de los Árboles

Título original: At The Edge of the Orchard
Autora: Tracy Chevalier
Editorial: Duomo Nefelibata
Páginas: 342
ISBN: 978-84-16634-39-2
Precio: Amazon  y Gandhi    $345

Sinopsis:

La familia Goodenough ha dejado atrás la Nueva Inglaterra del siglo XIX para instalarse en los pantanos de Ohio y lleva consigo algunas ramas de su manzano favorito. Pero en el huerto que plantan se hunden también las semillas de la discordia entre James y Sadie Goodenough. Mientras James adora las manzanas dulces, Sadie prefi ere refugiarse en la sidra. Esas diferencias irreconciliables afectan a sus hijos y obligan al menor de ellos, Robert, a abandonar Ohio y buscar fortuna. El amor hacia los árboles, heredado de su padre, le acompaña en su viaje hacia el Oeste. Allí descubre el amor de la mano de una vivaz cocinera y, gracias a un comerciante de semillas, los secretos de las poderosas secuoyas. Entre estos árboles centenarios de California, encuentra consuelo y, con el tiempo, algunas respuestas.

 

¿Por qué en El lugar de Beatriz?

La escritora TRACY CHEVALIER es maravillosa narradora. Leí La joven de la Perla y me encantó. La voz de los árboles, árboles de manzana, la huerta…me pareció apropiado para este blog.

 

Mi opinión (Excelente, Muy bueno, Me gustó-pudo ser mejor, No vale la pena, Muy malo)

Me gustó – pudo ser mejor

La historia de la familia Goodenough que se establece en el siglo XIX en los Pantanos de Ohio, un lugar inhóspito para vivir, donde el gobierno les cede un terreno. Para que éste sea oficialmente de ellos, la condición es sembrar al menos 50 árboles frutales.

El matrimonio formado por James y Sadie dejan Nueva Inglaterra y se establecen en su nuevo hogar, cargando bajo el brazo ramas de manzanos que la familia trajo de Inglaterra, y que servirán para injertar los manzanos locales.

Durante buena parte del libro James y Sadie se la pasan peleando, mientras que sus diez hijos quedan atrapados en esta guerra. Como si no fuera suficiente la lucha contra el lugar (mosquitos, pantano, humedad, falta de comida) De los hijos, solo 5 sobreviven (la fiebre del pantano mata a los más débiles) y el hijo menor llamado Robert, es orillado a dejar atrás a la familia para iniciar su propia historia.

El modo como Chevelier nos narra la historia es en la boca de los diferentes protagonistas, a veces el padre, a veces la madre o los hijos toman la palabra. El padre ama los árboles de manzana, la madre ama la sidra de manzana, y el hijo menor que deja la familia, finalmente acabará viviendo de los árboles de otro tipo, los enormes y centenarios secuoyas.

Es una historia cargada de tenacidad, de envidias, resentimientos y a veces un poco de amor.

Me parece el principio fue lento y repetitivo, demasiados detalles sobre los árboles de manzana.

Y a pesar de que, a la mitad del libro, cuando Robert se va de la casa, se vuelve más interesante, no lo suficiente para que yo le de una mejor calificación. La historia es buena, la descripción de los personajes también, porque acabas odiando a Sadie (o sea, te causa alguna emoción) sin embargo, yo creo que le falló el ritmo.

Algo para recordar

James dio gracias de que los contoneos de Sadie hubieran terminado y de que estuviera durmiendo cuando Hattie Day vino a ayudar a los chicos a preparar las verduras. Lo primero que hizo su vecina cuando llegó fue tender una cuerda de una punta a otra de la habitación y colgar en ella las colchas que Sadie había echado al suelo, para que Sadie y él quedaran separados de la cocina.
─ A callar ─dijo cuando James protestó débilmente─. No hace falta que nos veáis, y nosotros no tenemos por qué veros mientras trabajamos.
Lo dijo con tal convicción que él no intentó discutírselo. Sabía que Sadie si lo habría hecho de estar despierta, y estuvo tentado de darle un codazo. Pero no lo hizo, y se quedó ahí tumbado, concentrado en la eficacia de la señora Day, al otro lado de la colcha.
Se pusieron a freír tomates y a encurtir huevos. Por lo general a los Goodenough no les hacía falta encurtir los huevos, porque comían los que producían a diario sus gallinas. Pero ahora que todos los miembros de la familia menos dos llevaban más de una semana enfermos y no bebían más que agua, los huevos empezaban a pudrirse. Hattie Day declaró que no podían desperdiciarse, que los encurtirían antes que los pepinillos. Los puso a hervir juntos, al lado de una cazuela con agua salada y vinagre, y la casa no tardó en impregnarse de un olor penetrante. Después puso a los chicos a pelar los huevos mientras ella cortaba los tomates en trozos y los cocía, al tiempo que hervía y secaba los tarros.
Robert y Martha casi no decían nada, y si se sabía que estaban allí era por el chasquido de las cáscaras de huevo al romperse, que se alternaban con el entrechocar de los tarros y el golpeteo de la cuchara de madera en el canto del cazo. James sintió un deseo repentino de ver a sus hijos trabajando, inclinados sobre la mesa, pero no se atrevía a retirar la colcha porque temía la mirada que le dedicaría Hattie Day. Así que lo que hizo fue pasar un dedo por los cuadros de la colcha, azules, amarillos, marrones. El que le quedaba más cerca de la cabeza era uno de seda verde, aprovechado de un vestido viejo de su madre, que llamaba la atención más que todos los demás retales.
─ La salmuera está lista ─oyó que decía Hattie Day─. ¿Habéis terminado de pelar los huevos?
─ Sí, señora ─respondió Robert.
─ ¿Los habéis metido en agua como os he enseñado para quitarles todos los restos de cáscara antes de meterlos en los tarros?
─ Si, señora.
─ Está bien. ¿Qué sabores os gusta añadir? Al señor Day y a mí nos gustan solo con sal y pimienta, pero tal vez vuestra familia prefiere otros.
─ Sal y pimienta está bien.
─ Tráeme los granos de pimienta, Martha. Echa un puñadito en cada tarro. Así. Yo, a veces, echo una remolacha pequeña para teñir el agua de rosa y que queden más vistosos. No cambia el sabor de los huevos. ¿Queréis que lo haga con estos?
─ ¡No, no!
James se sobresaltó. Pensó que Sadie estaba dormida. Hablaba con voz ronca, por lo que no le salía con tanta fuerza como habría querido. Hattie Day no debió de oírla, pero sí oyó las palabras de Martha, que pronunció en voz baja.
─ Normalmente dejamos el agua así, tal como está.
─ La muy puta se está adueñando de mi cocina ─murmuró Sadie.
─ Déjala en paz…Solo intenta ayudar. Y sabes muy bien que nos hace mucha falta.
Pero en realidad James compartía el sentimiento de Sadie. Había algo demasiado hogareño en el hecho de que Hattie Day estuviera en su casa, diciendo a sus hijos lo que tenían que hacer. Lo peor de todo fue que dijo algo que él no oyó bien. Algo seguido de un sonido que llevaba mucho tiempo sin oír: las risas de Robert y Martha. “Nunca se ríen cuando están conmigo”, pensó.

 

De la Autora – Tracy Chevalier

Tracy Chevalier (Washington, DC, 19 de octubre de 1962) es una escritora de éxito de novelas históricas. Chevalier nació el 19 de octubre de 1962 en Washington, D.C. Es hija de Douglas y Helen (de soltera Werner) Chevalier. Su padre fue fotógrafo para el The Washington Post durante más de 30 años. Su madre falleció en 1970, cuando Chevalier contaba con ocho años. Desde 2013 Chevalier vive en Londres con su marido, Jonathan Drori y su hijo, Jacob.

En su niñez comenzó a sentirse atraída por el mundo de los libros, escribiendo sus primeros relatos cortos en el instituto.

Cuando terminó sus estudios secundarios, estudió Lengua y Literatura Inglesa en el Oberlin College de Ohio.

Su primera novela, El azul de la Virgen, fue publicada en el Reino Unido en el año 1997 y fue elegida por W H Smith para su escaparate de nuevos autores. Su segunda novela, titulada La joven de la perla, fue publicada en 1999. La novela, que está basada en el famoso cuadro de Johannes Vermeer, ha sido traducida a 38 idiomas.

Ganó el Barnes and Noble Discover Award en 2000. En 2003, su novela La joven de la perla fue llevada al cine, recibiendo tres nominaciones a los Premios Oscars en 2004, junto con diez BAFTA y dos Globos de Oro.

 

Libros de Tracy Chevalier

El azul de la Virgen (1997)
La joven de la perla (1999)
Ángeles fugaces (2001)
La dama y el unicornio (2003)
El maestro de la inocencia (2007)
Las huellas de la vida (2009)
El último refugio (2013)
La voz de los árboles (2016)
El chico nuevo (2017)

El Libro del Pan

Día 63 – El Libro del Pan

El Libro del Pan

Autor: Eric Treuillé y Ursula Ferrigno

Editorial: Vergara
Lugar y Año de la publicación: China 1999

Páginas: 168
Precio: $ 49 en PDF CompraLibro  ** no encontré el libro en mercado libre, solo en esta liga…que yo no he usado

$2,158.36 en Amazon lo encontré en ingles…carísimo

ISBN: 950-15-1987-2

 

Sinopsis:

Práctica guía ilustrada del arte de hacer Pan, con más de 100 deliciosas recetas.

Soberbias recetas para panes de todo tipo, accesibles para el panadero casero por su innovador método de enseñar, con fotografías e instrucciones fáciles de seguir.

Una deliciosa galería visual de panes clásicos de todo el mundo. Escrito por dos autores cuyo inagotable entusiasmo por el tema inspirará al lector para amasar su propio pan.

 

¿Por qué en El lugar de Beatriz?

Por pura casualidad.

En estos días de pandemia ando haciendo levantamiento de mis libros y apareció éste.

Si mal no recuerdo, lo compré en El otro Lugar de la mancha, hace como 20 años. Si, es un libro de colección que ya no encuentras ni en Mercado Libre.

De hecho, encontré una liga para solicitar el precio de colección (catalogado como libro raro y difícil de conseguir)

 

 

Mi opinión:

🤭

Después de 20 años de tenerlo en el estante, es la primera vez que saco una receta y salió muuuy bien, y a la primera. La receta tal y como aparece en el libro.

Me encantó porque, además de considerar un apartado para los principios del levado del pan (uso de levadura) y técnicas básicas, trae panes de todo el mundo, y un capítulo especial para los panes de fiesta (navidad, cuaresma, etc…)

En el diplomado de Pan (Claustro de Sor Juana) muchas veces mencionó la chef que algunos panes era difícil obtener corteza en hornos caseros, como la que se obtiene en hornos profesionales. Los que yo hice, utilizando las técnicas de vapor o hielo que aquí muestran, me sacaron pan como profesional.

Muy recomendable mi libro.

Una pena que ya no se encuentre en el mercado, sin embargo, estos autores tienen otros títulos que seguramente serán tan buenos como este.

 

De los Autores

Eric Treuillé:

Nació en Cahors, en el sudeste de Francia. Su primer interés en la elaboración del pan surgió mientras trabajaba como mitron (aprendiz de panadería) en la boulangerie de su tío. A los catorce años fue aprendiz de charcutier (chacinero) y completó sus estudios de cocina en París. Comenzó su carrera de chef en Londres y en poco tiempo su trabajo lo llevó hasta Suecia, Nueva York y California.

Al regresar a Londres, Eric comenzó una nueva carrera como estilista de comidas, trabajando con Anne Willan y con la escuela culinaria Le Cordon Bleu. En 1996, fue coautor del libro Complete Guide to Cooking Techmiques. Eric comparte su pasión por la elaboración del pan con sus alumnos de la escuela de cocina Books for Cooks en Londres, donde actualmente es el director de programación.

Ursula Ferrigno

Se crió en la granja rural de su padre en el sur de Italia. Fue su abuela quien le enseñó el arte de cocinar; el entusiasmo por la buena mesa la llevó a estudiar ciencias de la alimentación en Gran Bretaña. Después de terminar sus estudios, Ursula instaló una empresa de reparto de comidas vegetarianas en el noroeste de Inglaterra.

El tremendo éxito logrado la estimuló a comenzar a escribir y hoy es autora de tres libros aclamados por la crítica. Ursula es una excelente educadora y da clases de cocina italiana y elaboración del pan, su particular interés culinario.

Fundadora del Día Nacional del Pan en Gran Bretaña, también participa en programas de radio y televisión. Vive actualmente en Londres.

 

Recetas de este libro:

Pan Marino

Portugal a la mesa

Día 28 – Portugal a la Mesa

Portugal a la mesa

Autor: Pedro Rodríguez
Editorial: Objecto Anónimo
Lugar y Año de la publicación: Maia Portugal 2017
Páginas: 127
Precio: $ 4,271.74 Amazon   Lo encontré en Amazon Brasil…carísimo
A un precio más moderado, pero en euros encontré a $16 euros, en la Librería Altair 
Páginas: 127
ISBN 978-989-8256-50-8

 

Sinopsis:

Se puede decir que la gastronomía de Portugal tiene, así como su clima, influencias atlánticas y mediterráneas. Estas características, a veces frescas y saladas del litoral, a veces calientes y perfumadas del interior, proporcionan inmensas variedades gastronómicas a un país de pequeñas dimensiones.

 

¿Por qué en El lugar de Beatriz?

Este libro lo compré hace un par de años en Lisboa, para poder replicar los maravillosos platillos que probé en Portugal

Mi opinión:

He preparado al menos media docena de platillos, y todos me han salido muy bien. Es un recetario sencillo, comida para todos los días. Cocina Tradicional Portuguesa. Y tiene de todo un poco: tapas, sopas, pescados y mariscos, carnes y por supuesto…la Francesinha.

 

Del Autor, Pedro Rodríguez

No encontré información

La Bodega

Día 27 – La Bodega

La Bodega

Título original: The Bodega
Autora: Noah Gordon (estadounidense)
Editorial: RocaBolsillo histórica
Páginas: 381
ISBN: 978-849-694-066-6
Precio: Amazon $249  y Gandhi $259

 

Sinopsis:

Languedoc, Francia, finales del siglo XIX. Josep Álvarez descubre de la mano de un viticultor francés el arte de la elaboración del vino. Desde ese momento, su vida estará determinada por esta pasión. A pesar de su juventud, Josep ha conocido el amor, las intrigas políticas y el trabajo duro, experiencia que, junto a su temprana vocación, caracterizará su destino. Tras participar contra su voluntad en un complot que convulsionará la ya turbulenta escena política del momento, huye a Francia, donde trabajará para un viticultor. Pese a su temor de caer en manos de la justicia, decide un día volver a su hogar. Luchando contra los elementos, Josep emprende una aventura tan ardua como fascinante: la elaboración de un buen vino. En torno a él, los habitantes de Santa Eulalia: la joven viuda Marimar y su hijo Francesc; Nivaldo, el tendero de origen cubano; Donat, el hermano obrero, todos ellos personajes que Pueblan esta rica novela. La bodega contiene la esencia anterior de Noah Gordon: historias personales de fuerza, personajes vitales, retratos fidedignos de una época, plasmados con una sensibilidad y acierto que ha admirado a miles de lectores a lo largo de los años.

 

¿Por qué en El lugar de Beatriz?

Este libro lleva conmigo más de 10 años y por alguna extraña razón tiene poco que lo añadí a Lo que viene en…en reseñas de novelas y ensayos https://ellugardebeatriz.com.mx/lo-que-viene/. Y pues si, lo confieso, tumbó a varios que estaban en cola., porque se trata de una apasionada novela acerca del fascinante mundo del vino.

 

Mi opinión (Excelente, Muy bueno, Me gustó-pudo ser mejor, No vale la pena, Muy malo)

Muy bueno, incluso hasta podría catalogarlo como Excelente.

La historia tiene lugar a mediados del siglo XIX, y está bañada en asuntos políticos y vitícolas (incluye la filoxera). Josep es el hijo menor de un catalán que cultiva uvas. Al hijo mayor le toca heredar las tierras, al hijo menor le toca nada (ser sacerdote o militar). La mitad de la historia serán las andanzas de Josep como soldado, la traición y la huida. La otra mitad será su vida como refugiado en Francia, trabajando (y tomando experiencia) como viticultor, y su regreso al pueblo, cuando su padre muere. Todo lo que tuvo que pasar para que el tuviera sus propias tierras.

En verdad una vida dura y cuesta arriba, que se ve premiada con la elaboración de un extraordinario vino.

Noah Gordon es muy buen narrador, que si bien hay mucha ficción en la novela, está ubicada en un periodo histórico real.

Es muy fácil de leer.

 

Algo para recordar

28

Cocinar

El primer invierno de Josep como propietario de las tierras empezó con un clima insulso, y el brillo de la satisfacción por haber obtenido su primera cosecha fue atenuándose hasta desaparecer. Las vides habían perdido casi todas sus bellas hojas y se habían convertido en esqueletos secos y quebradizos. Estaba llegando la hora de empezar a podar en serio. Caminó hasta la viña y la miró con espíritu crítico. Vio que había cometido algunos errores y se concentró en aprender de ellos.

Por ejemplo, las vides que con tanta petulancia había plantado en la sección vacía de la ladera empinada, creyéndose más imaginativo y listo que su padre y sus antepasados, se habían secado bajo el ardiente calor del verano, pues ─tal como sin duda había entendido su padre─ en esa zona la insustancial capa de suelo cultivable quedaba directamente encima de una roca impenetrable. Para que las cepas sobrevivieran allí había que montar un regadío, y tanto el río como el pozo del pueblo quedaban demasiado lejos para que tal pretensión fuera pragmática.

Josep se preguntó que otras cosas había sido incapaz de aprender sobre la tierra al hacerse mayor, de entre las muchas que su padre si conocía.

No tenía ningún deseo de dedicarse a cazar, pero cuando volvió a encontrarse con Jaumet recordó el sermón de Nivaldo sobre la necesidad de comer mejor.

─¿Me puedes conseguir un conejo? ─le preguntó.

Jaumet exhibió su lenta sonrisa y asintió. A la tarde siguiente apareció en su casa con un conejo pequeño al que había disparado en el cuello y pareció quedarse encantado con las monedas que Josep le dio a cambio. Le enseñó a despellejarlo y prepararlo.

─ ¿A ti cómo te gusta guisarlos? ─le preguntó Josep.

─ Los frío en manteca ─ respondió Jaumet.

Al irse, se llevó la cabeza y el pellejo como premio. Josep recordó lo que su padre solía hacer con los conejos. Fue a la tienda de comestibles y compró ajo, una zanahoria y un pimiento rojo picante bien grande. Nivaldo enarcó las cejas mientras le cobraba.

─ Qué, cocinando, ¿no?

De vuelta en casa, empapó una tela en vino agrio y frotó todo el cuerpo por dentro y por fuera antes de cuartearlo.

Dispuso las piezas en una olla con vino y aceite de oliva, añadió media docena de dientes de ajo aplastados y cortó las verduras antes de dejar la olla encima en una pequeña hoguera para que se arrancara a hervir a fuego lento.
Horas más tarde, cuando se comió dos piezas del guiso, la carne era tan tierna y sabrosa que se sintió santificado. Rebañó la salsa especiada, permitiendo que los trozos de pan duro se ablandaran hasta quedar casi líquidos y tan suculentos que casi se los tragaba sin masticar.

Cuando hubo terminado de comer llevó la olla a la tienda, donde Nivaldo picaba una col para su guiso.

─ Para que lo pruebes ─le dijo

Mientras Nivaldo comía, Josep leyó El Cascabel.

A su pesar, como consecuencia de aquellos sucesos en los que había visto enredado, tenía ahora más interés en cuestiones de política relacionadas con la monarquía. Siempre leía el periódico con atención, pero casi nunca encontraba la información que buscaba. Poco después de su regreso al pueblo, El Cascabel había publicado una noticia sobre el general Prim coincidiendo con el cuarto aniversario de su asesinato. El artículo revelaba que después del asesinato habían detenido a mucha gente, pero que la policía los había soltado después de interrogarlos.

Nivaldo masticaba y tragaba muy afanosamente.

─ Aún no he leído el periódico. ¿Hay algo interesante?

─ …Sigue habiendo duras luchas. Podemos dar gracias de que no hayan llegado hasta aquí. En Navarra, los carlistas atacaron a las fuerzas armadas y se hcieron con armas y piezas de artillería, además de tomar trescientos prisioneros. ¡Por Dios! ─ Agitó el periódico─. Casi capturan a nuestro nuevo Rey.

Nivaldo lanzó una mirada a Josep.

─ ¿Y entonces? ¿Qué hace el rey Alfonso con sus tropas?

─ Dice que se formó en Sandhurst, la escuela militar británica, y que participará activamente en los intentos de sofocar la guerra civil.

─ Ah, ¿si? Que interesante ─concedió Nivaldo.
Se comió el último pedazo de carne y, para mayor satisfacción de Nivaldo, empezó a chupar los huesos.

 

Del Autor – Noah Gordon

Noah Gordon es un escritor estadounidense nacido en el seno de una familia de origen judío, el 11 de Noviembre de 1926 en la localidad de Worcester (Massachusetts).

Tras un primer intento de estudiar la carrera de Medicina, acabó por licenciarse en Periodismo y Letras en la Universidad de Boston. Ejerció durante una temporada como periodista freelance y trabajó además para diversas publicaciones entre las que se encuentran el Worcester Telegram y el Boston Herald. Fue también editor y articulista de algunas revistas médicas, como el Psychiatric Opinion o el Journal of Abdominal Surgery.

Noah Gordon es autor de varias novelas que han llegado a convertirse en auténticos best-sellers de la literatura, que han sido traducidas a múltiples idiomas y que han logrado un puesto permanente en los estantes de las librerías. Su primera novela publicada fue «El Rabino» y data de 1965, aunque su obra más conocida es «El médico» (editada por primera vez en 1986 y llevada al cine en 2013), primera parte de una trilogía que se completa con «Chamán» y «La doctora Cole».

CURIOSIDADES:
– Noah Gordon fue llamado a las filas del ejército estadounidense para participar en la Segunda Guerra Mundial. Realizó servicios administrativos en San Francisco.

– Sus padres deseaban que se convirtiera en médico y él intentó contentarles en un principio, incluso asistió a la Universidad de Boston para cursar Medicina. Sin embargo, su gusto se decantaba más por el Periodismo, carrera por la que se decantó finalmente. No obstante, siempre ha mantenido vivo su interés por la medicina y la ciencia.

 

Libros de Noah Gordon

– El diamante de Jerusalen ***
– La doctora Cole
– La bodega
– El comité de la muerte ***
– El rabino
– Chamán
– El médico

***los que me falta leer

El Gourmet Solitario

Día 23 – El Gourmet Solitario

El Gourmet Solitario

Título original: Kodoku no gurume
Autora: Jiro Taniguchi – Masayuki Kusumi (japones)
Editorial: Astiberri Ediciones
Páginas: 196
ISBN: 978-84-92769-68-1
Precio: Amazon $398  y Gandhi $398 

Sinopsis:

Un hombre solitario, con un trabajo que le permite una gran movilidad, recorre las calles de Tokio y otras localidades japonesas para visitar a sus clientes. Cada día es una ocasión para redescubrir un barrio que conoce o para conocer uno nuevo. Pero para este hombre, siempre solitario, el momento de la comida constituye una auténtica aventura, casi un ritual.

A lo largo de 19 capítulos El gourmet solitario nos presenta otros tantos platos de la cocina tradicional japonesa. A través de la mirada curiosa de este viajero gastronómico, los autores, Jiro Taniguchi y Masayuki Kusumi, trazan un auténtico retrato sociológico de Japón y de su riqueza gastronómica. Ambos consiguen sumergirnos en las costumbres japonesas, en un paseo sembrado de olores, sabores y diversidad. El gourmet solitario forma parte de esas cosas sencillas que nos ayudan a ver el lado bueno de la vida.

¿Por qué en El lugar de Beatriz?

Suelo revisar las recomendaciones de libros que hablan sobre comida, y resulta que este parece ser una constante. Un manga escrito hace ya varios años.

 

Mi opinión (Excelente, Muy bueno, Me gustó-pudo ser mejor, No vale la pena, Muy malo)

Muy bueno.

Cuando yo era niña en casa los domingos compraban historietas que las cuatro hermanas nos peleábamos por leer. Desde entonces no había vuelto a agarrar algo ilustrado.

Oh sorpresa porque me gustó, tanto que me lo acabé en 3 días (estoy hablando de un libro con 19 capítulos y casi 200 páginas. Originalmente publicado en Japón en 1997, tuvo tanto éxito que se llevó a la TV, y 16 años después se publicó la segunda parte.

Cuando lees El Gourmet Solitario no lo puedes evitar, acabas buscando una y otra vez los diferentes platillos de los platillos de los que está hablando el protagonista

Historias cortas, que tienen un protagonista vendedor independiente de antigüedades, a quien le entra el antojo de comer por donde quiera que ande (restaurante, bar, cafetería o puesto de la calle). La mayor parte del libro se trata de verlo comer diferentes platillos japoneses.
Y allí viene la magia, porque se trata de platillos tradicionales o platillos que le traen recuerdos de su vida al protagonista.

No obstante que todos los capítulos llevan la misma estructura, el protagonista comiendo, pero cada capítulo es una historia diferente, un entorno diferente y hasta los platillos que se comen también son diferentes
Parecen iguales, pero no. Y el gourmet solitario es como yo, va a todas partes solo, es El Gourmet Solitario.

 

Del Autor

– Jiro Taniguchi

Jirō Taniguchi (谷口ジロー; Tottori, 14 de agosto de 1947-Tokio, 11 de febrero de 2017) fue un dibujante de manga japonés. Considerado un autor de culto e impulsor de la difusión del manga fuera de Japón en su trayectoria obtuvo numerosos galardones como los premios Tezuka, Shōgakukan, Alph’Art o Haxtur.

Sus obras se han traducido a varios idiomas, incluido el español, como El almanaque de mi padre (Chichi no koyomi), Crónicas del viento (Kaze no shō), El olmo del Cáucaso, El gourmet solitario (Kodoku no gurume), Tierra de sueños o Barrio lejano.

Nacido en el seno de una familia humilde en Tottori (región de Chūgoku), en un área rural rica en leyendas, próxima a la naturaleza y a un castillo en ruinas que sería trasfondo habitual de sus obras futuras, las vivencias de su infancia son temas fundamentales de su producción. Empezó a trabajar como asistente del dibujante Kyota Ishikawa. Debutó en el mundo del manga con Kareta Heya (La habitación ronca), publicado en 1970 en la revista Young Comic.

Taniguchi falleció en Tokio el 11 de febrero de 2017 a la edad de 69 años. Meses después se publicó póstumamente El bosque milenario, obra inacabada dirigida al público infantil, que incide en la necesaria armonía del ser humano y la naturaleza.

– Masayuki Kusumi

 

 

Nace en Tokio en 1958. Junto con su hermano Takuya crea el dúo de historietistas Q.B.B. … Además de guionista de cómics, Kusumi ha realizado trabajos como ilustrador, ensayista, diseñador y músico.

 

Otros Libros

Aruku Hito (1992)
Barrio lejano (1998)
Ciudad sin defensa
Crónicas del viento
El almanaque de mi padre (1994)
El caminante
El gourmet solitario (1997)
El olmo del Cáucaso (2004)
El perro blanco
El rastreador (2000)
El viajero de la tundra
El viento del oeste es blanco
Hotel Harbour View (1986)
K (1988)
La cumbre de los dioses (5 volúmenes)
La época de Botchan (7 volúmenes en la versión en español)
La habitación ronca (1970)
La montaña mágica (2005)
Lindo 3
New York no Benkei (1996)
Seton (3 volúmenes) (2005)
Sobrevivir a la nueva era glacial (1986)
Sky Hawk (2002)
Tierra de sueños (1992)
Un zoo en invierno (2008)
Los años dulces (2008)
Cielos radiantes (2005)
El bosque milenario (2018)
Venecia

El Señor Nakano y las Mujeres

Día 13 – El Señor Nakano y las Mujeres

Día 13 – El Señor Nakano y las mujeres

Título original: Furudogu Nakano Shoten
Autora: Hiromi Kawakami (japonesa)
Editorial: DeBolsillo
Páginas: 220
ISBN: 978-607-317-287-5
Precio: Amazon $149  y  Gandhi $450

 

Sinopsis:

Hitomi entra a trabajar en una tienda de objetos de segunda mano en Tokio. «Esto no es un anticuario, sino una tienda de segunda mano», le advierte el señor Nakano el día en que hace la entrevista. Allí está Takeo, el joven asistente con quien inicia una extraña relación, y Masayo, la hermana del propietario que hace exposiciones con muñecas y cuya vida sentimental atormenta al señor Nakano, que se mantiene vigilante sobre todo y a quien pierden las mujeres. Un grupo que vagamente podría parecer una familia. Cronista delicada y elusiva, Kawakami nos ofrece en este libro, además de la historia entre Hitomi y Masayo, una sucesión de ventanas abiertas al Japón contemporáneo, en el que conviven los objetos de una tienda extravagante con la vaga melancolía de unos hombres y unas mujeres que nunca consiguen ser felices del todo.

 

¿Por qué en El lugar de Beatriz?

Como el burro que tocó la flauta, porque en realidad yo me estaba saliendo de mi línea de leer tramas donde la comida llevara un papel importante en la trama. Pues si, yo quería participar en el Marzo Asiático organizado por MagretAjosTiernos https://www.youtube.com/channel/UCGaMl2kAz8wyovEScxnWwmg/videos en su canal de YouTube, que se trata de leer libros de autores Asiáticos.

 

Mi opinión (Excelente, Muy bueno, Me gustó-pudo ser mejor, No vale la pena, Muy malo)

Muy bueno.

Comencé a leer este libro porque es chiquito (220 páginas) y me pareció que lo terminaría rápido, para cumplir con el Marzo Asiático. Me ha dado una sorpresa, y dejó en mi boca el sabor a nostalgia. Fácil puedo leer la segunda parte jajajajjjja.

Kawakami es una excelente narradora de lo cotidiano, de los sentimientos, de los detalles que parecen no aportar mucho. La historia es el día a día, y va lento, pero cuando menos imaginas comienza a correr y no quieres que se acabe. Me dio vacío estomacal cuando sentí que venía el final, porque no quería que llegara, pero fue apenas un suspiro. Muy recomendable
La historia gira alrededor de cuatro personas: el señor Nakano, dueño del establecimiento, y su hermana Masayo. Allí trabajan dos jóvenes: Takeo e Hitomi (la narradora de la historia).

Cada capítulo narra una historia autoconcluyente y le va sumando personas. Las historias son sencillas, y las emociones están presentes. Al final, de una u otra forma, todo se entrelaza.

La hora del almuerzo suelen hacerla en grupo, y si bien es cierto que encontramos pizzas o hamburguesas, el cerdo frito y el pescado, así como fideos en caldo, aparecen con frecuencia…

 

Algo para recordar

UN SOBRE CUADRADO DEL NÚMERO DOS

« Pues eso» era el tic lingüístico del señor Nakano.
—Pues eso, pásame la salsa de soja —acababa de decirme. Yo no salía de mi asombro.
Ese día habíamos salido a almorzar los tres juntos. El señor Nakano había escogido cerdo frito con jengibre, Takeo había pedido pescado hervido y yo, arroz al curry. Enseguida trajeron el cerdo frito y el pescado. El señor Nakano y Takeo cogieron los palillos de usar y tirar que estaban en una cajita encima de la mesa, los separaron y empezaron a comer. Takeo me pidió disculpas en voz baja por no esperar a que trajeran mi plato, pero el señor Nakano se abalanzó sobre el suyo sin decir palabra.
Cuando al fin me trajeron el arroz al curry y yo acababa de coger la cuchara, el señor Nakano me pidió la salsa de soja utilizando la frase que he citado anteriormente.
—Ese «pues eso» no tiene mucho sentido, ¿no? —observé. El señor Nakano dejó su cuenco en la mesa.
—¿Yo he dicho eso?
—Sí, lo ha dicho —murmuró tímidamente Takeo.
—Pues eso
. —¡Acaba de decirlo otra vez!
—Vaya. —El señor Nakano se rascó la cabeza con un Resto exagerado—. Se ve que tengo un tic.
—Y un poco raro, por cierto.
Le pasé la salsa de soja. El señor Nakano aliñó sus dos rodajas de nabo en conserva y empezó a masticarlas ruidosamente.
—Lo que pasa es que mantengo conversaciones mentales conmigo mismo. Por ejemplo, A se convierte en B , que me lleva hasta C , y mi razonamiento sigue con D . Cuando llega el momento de expresar D en voz alta, me sale un «pues eso» sin querer, porque sigue el hilo de mis pensamientos.
—Claro —dijo Takeo, mientras mezclaba el jugo del pescado con el arroz que le había sobrado.
Takeo y yo trabajábamos para el señor Nakano. Hace veinticinco años abrió una tienda de objetos de segunda mano en un barrio periférico del oeste de Tokio poblado de estudiantes. Por lo visto, antes estaba contratado en una empresa mediana de productos de alimentación, pero pronto se cansó de trabajar en una oficina y la dejó. Era la época en que estaba de moda lanzarse a la aventura, aunque el señor Nakano no llevaba suficiente tiempo trabajando por cuenta ajena como para considerarlo una aventura. Sea como fuere, se sintió avergonzado de dejar el trabajo por puro aburrimiento. Me lo explicó un día en la tienda, pausadamente, aprovechando que en ese momento no había nadie.
«Esto no es un anticuario, sino una tienda de segunda mano», me advirtió el señor Nakano el día en que fui a hacer la entrevista de trabajo. En el escaparate había un cartel pegado al cristal y escrito con mala letra que rezaba: «Se buscan empleados. Entrevistas a todas horas». Sin embargo, cuando entré a preguntar, el dueño me dijo: «Te entrevistaré el primero de septiembre a las dos del mediodía. Sé puntual». Aquel hombre delgado, que tenía un extravagante aspecto con su bigote y su gorra de punto, era el señor Nakano.
La tienda del señor Nakano, que no era de antigüedades sino de objetos usados, estaba literalmente sepultada bajo una montaña de artículos de segunda mano. El interior del local estaba abarrotado de mesitas de té, vajillas y viejos ventiladores y aparatos de aire acondicionado, es decir, la clase de objetos normales y corrientes fabricados a partir de los años treinta que se podían encontrar en cualquier hogar japonés. Antes del mediodía, el señor Nakano subía la persiana y, con un cigarrillo entre los labios, sacaba los «artículos reclamo» a la calle, entre los que se contaban, por ejemplo, una especie de escudilla con un llamativo estampado, una lámpara de diseño, dos pisapapeles de imitación de ónice con forma de tortuga y de conejo o una antigua máquina de escribir. Los colocaba sobre un banco de madera delante de la tienda con el objetivo de atraer a la clientela. De vez en cuando, si por ejemplo la ceniza del cigarrillo caía sobre el pisapapeles en forma de tortuga, él lo limpiaba frotando enérgicamente con la punta del delantal negro que siempre llevaba puesto.
El señor Nakano solía estar en la tienda hasta primera hora de la tarde. Luego me dejaba sola atendiendo y salía con Takeo a hacer recogidas.
Tal y como su nombre indica, las recogidas consistían en pasar por las casas a recoger trastos usados. La mayoría de las veces, le llamaban desde casas cuyo propietario había fallecido y sus parientes necesitaban deshacerse de los muebles y utensilios del difunto. El señor Nakano recogía incluso los objetos y la ropa que ni siquiera los familiares podían aprovechar. Pagaba unos cuantos miles de yenes, 10,000 como máximo, y se lo llevaba todo en una pequeña camioneta. Como los clientes se quedaban los artículos de valor y le entregaban el resto, les resultaba mucho más beneficioso llamar al señor Nakano que avisar a los servicios de recogida municipales para que se llevaran los trastos voluminosos. Por eso la mayoría de sus clientes aceptaba la pequeña cantidad de dinero sin rechistar y seguía la furgoneta con la mirada mientras se alejaba con sus pertenencias. Sin embargo, Takeo me explicó que algunas personas se quejaban de que el precio era irrisorio y ponían al señor Nakano en un compromiso.
El señor Nakano había contratado a Takeo un poco antes que a mí para que lo ayudara con las recogidas. Si había que recoger objetos pequeños, Takeo lo hacía solo.
—¿Cuánto dinero tengo que ofrecerles? —le preguntó Takeo, inseguro, la primera vez que el señor Nakano le ordenó que fuera sin él.
—Pues eso, el precio tiene que ser el más conveniente. Ya sabes cómo se calcula el valor de un objeto, me has visto hacerlo muchas veces.
En ese momento, Takeo apenas llevaba tres meses trabajando en la tienda, y no sabía calcular el valor de los objetos. A mí me pareció que mi jefe tenía ideas muy disparatadas, pero considerando lo sorprendentemente bien que marchaba el negocio, estaba claro que le funcionaban.
Takeo salió de la tienda nervioso y cohibido, pero regresó con el mismo aspecto de siempre.
—No he tenido ningún problema —anunció. Al saber que había pagado 3500 yenes en total, el señor Nakano asintió varias veces, satisfecho, pero abrió los ojos como platos cuando vio la gran cantidad de objetos que Takeo había traído.
—Takeo, les has pagado una miseria. ¡Por eso me dan tanto miedo los principiantes! —bromeó el señor Nakano, riendo.
Takeo me explicó que uno de los jarrones que había recogido aquel día se vendió más adelante por 300 000 yenes. Como al señor Nakano no le interesaban los objetos tan caros, vendió el jarrón en un mercado de antigüedades que se instalaba en los alrededores de un templo. La chica con la que Takeo salía entonces se hizo pasar por su ayudante y lo acompañó hasta el puesto del mercado. Al enterarse de que un jarrón viejo y sucio se podía vender por 300 000 yenes, la chica empezó a atosigar a Takeo diciéndole que montara su propio negocio de artículos de segunda mano para poder independizarse e irse a vivir por su cuenta. Ya fuera por ese o por otro motivo, Takeo rompió con ella al poco tiempo.
Eran raras las veces en que el señor Nakano, Takeo y yo comíamos juntos. Nuestro jefe solía estar fuera la mayor parte del tiempo recogiendo material o merodeando por los mercados, las subastas o las reuniones de comerciantes del gremio. Takeo, por su parte, desaparecía sin perder ni un minuto en cuanto terminaba sus recogidas. Aquel día comimos juntos porque teníamos previsto visitar la exposición de Masayo, la hermana mayor del señor Nakano.
Masayo era una solterona de cincuenta y tantos años. Antes la familia Nakano tenía varias propiedades, pero la fortuna familiar había empezado a decaer durante la generación anterior a la del señor Nakano. No obstante, todavía les quedaba suficiente dinero para que Masayo pudiera vivir de las rentas de los pisos que tenían.
De vez en cuando el señor Nakano se burlaba de su hermana diciendo que era una ar-tis-ta, pero en realidad la trataba muy bien. Masayo exponía sus creaciones en la pequeña galería situada en el primer piso de la cafetería Poesie, que se encontraba delante de la estación. Era una colección de muñecas que ella misma había hecho a mano.
Al parecer, su última exposición, que había tenido lugar poco antes de que yo empezara a trabajar en la tienda, llevaba el nombre de “Colores del bosque” . Masayo había arrancado unas cuantas hojas del bosquecillo que había en las afueras del barrio, había elaborado un tinte vegetal y había teñido unas prendas de ropa. A ella le parecía que el color del tinte era chic, pero Takeo me confesó más adelante, meneando la cabeza, que le había parecido «color váter». Masayo tendió la ropa en unas ramas que había recogido en el mismo bosquecillo y las colgó del techo. Cada vez que dabas un paso por la galería, que parecía un laberinto, las telas y las ramas que colgaban del techo y de las paredes te rozaban la cabeza y los brazos y te enredabas constantemente, según el señor Nakano.
La exposición de muñecas, sin embargo, no era tan extravagante, puesto que las muñecas no colgaban del techo sino que estaban expuestas en unas mesas a lo largo de la galería y cada una de ellas tenía un nombre, como Libélula nocturna o En el jardín. Takeo recorrió la exposición con una expresión ausente, mientras que el señor Nakano examinó las muñecas una por una, cogiéndolas delicadamente y dándoles la vuelta. La luz del mediodía irrumpía a través de las ventanas. La calefacción de la galería estaba encendida, y Masayo tenía las mejillas sonrojadas.
El señor Nakano compró la muñeca más cara y yo me quedé un muñequito en forma de gato que encontré entre los objetos amontonados en un cesto de la entrada. Nos despedimos de Masayo en las escaleras y salimos los tres juntos a la calle.
—Tengo que ir al banco —anunció el señor Nakano, y desapareció tras la puerta automática del banco que teníamos justo enfrente.
—Como siempre —dijo Takeo, mientras echaba a andar con las manos en los bolsillos de sus holgados pantalones.
Takeo tenía prevista una recogida en Hachioji. Allí vivían dos ancianas hermanas cuyo hermano mayor acababa de fallecer. Las «abuelitas», según el señor Nakano, llamaban constantemente para quejarse de que, justo después de la muerte de su hermano, habían empezado a llegar parientes a los que nunca habían visto para intentar birlarles las obras de arte y los libros antiguos que coleccionaba el difunto. Cada vez que llamaban, el señor Nakano les dirigía amables palabras de ánimo y siempre esperaba a que ellas colgaran antes el teléfono. «Así es este negocio», me decía, guiñándome el ojo, en cuanto colgaba después de haber aguantado media hora de lamentos. Aunque parecía escuchar con interés las quejas de las ancianas hermanas, no quiso ir a su casa a recoger material.
—¿Seguro que quiere que vaya solo? —le preguntó Takeo.
—Pues eso —repuso el señor Nakano acariciándose el bigote—, deberías pagarles un precio entre medio y bajo. Si les ofreces demasiado dinero, las abuelitas se asustarán, y si es demasiado poco…
Subí la persiana de la tienda e, imitando al señor Nakano, empecé a colocar los artículos reclamo en el banco. Mientras tanto, Takeo sacó la camioneta del garaje que había detrás del local. Le dije adiós y él agitó la mano derecha mientras aceleraba. Takeo tenía el dedo meñique de la mano derecha amputado a la altura de la primera falange.
Al parecer, el día en que lo entrevistó, el señor Nakano insinuó:
—¿No serás un…? Ya sabes a lo que me refiero.
—Si hubiera sido un yakuza, se habría arriesgado mucho al contratarme —le dijo Takeo cuando ya empezaba a adaptarse a su nuevo trabajo.
—En este negocio es fácil reconocer con qué tipo de gente estás tratando —rio el señor Nakano.
Cuando estudiaba tercero de bachillerato, un compañero de clase de Takeo le había pillado el dedo con una puerta de hierro y se lo había amputado por el simple motivo de que «le molestaba su existencia». Era un chaval que llevaba todo el curso metiéndose con él. Un semestre antes de graduarse, Takeo dejó el instituto porque, desde el accidente, se sentía constantemente en peligro. Su tutor y sus padres se comportaron como si todo fuera normal. Atribuyeron el repentino abandono de Takeo a su dejadez y a su estilo de vida. Aun así, Takeo se consideraba afortunado de haber podido dejar el instituto. Su compañero de clase, el chico que lo había hecho sentir amenazado, estudió en una universidad privada y el año anterior había entrado a trabajar en una empresa.
—¿No te da rabia? —le pregunté.
—Lo que siento no es exactamente rabia —me respondió él, con una sonrisa torcida.
—¿Qué es, entonces? —inquirí de nuevo, pero él soltó una risita desganada.
—No lo entiendes, Hitomi —me dijo—. A ti te gustan los libros y tienes una mente compleja. Yo tengo una mente simple —prosiguió.
—Yo también soy simple —repuse.
—Ahora que lo dices, a lo mejor tienes razón —admitió, riendo de nuevo—. Fue un corte limpio. Como no tengo tendencia a formar queloides, el médico del hospital me dijo que la herida cicatrizaría bien.
Cuando hube perdido de vista la camioneta, me senté en una silla al lado de la caja registradora y me puse a leer un libro de bolsillo. Entraron tres clientes en una hora. Uno de ellos se compró unas gafas viejas. Yo creía que unas gafas no servían para nada sin la graduación adecuada, pero en la tienda del señor Nakano las gafas viejas tenían mucho éxito.
—La gente las compra precisamente porque no sirven —decía siempre el señor Nakano.
—¿Y eso cómo se entiende?
—¿A ti te gustan las cosas útiles, Hitomi? —me preguntó él, sonriendo.
—Claro —repuse.
El señor Nakano dejó escapar un resoplido y, de repente, empezó a canturrear una estrofa de una extraña canción: «Un plato útil, un estante útil, un hombre útil».

Después del cliente que había comprado las gafas, no entró nadie más. El señor Nakano aún no había vuelto del banco. Debía de estar con alguien. Un día, Takeo me explicó que cuando decía que iba al banco, casi siempre quedaba con una mujer.
El señor Nakano se había casado por tercera vez unos años antes. Con su primera mujer había tenido un hijo que ya iba a la universidad, con la segunda había tenido una hija que estudiaba primaria, y su esposa actual había dado a luz a un niño seis meses antes. Además, tenía una amante.
—¿Tienes novio, Hitomi? —me preguntó mi jefe un día, aunque no parecía ansioso por conocer la respuesta. Me lo preguntó como quien habla del tiempo, mientras se tomaba un café junto al mostrador. Tampoco enfatizó la palabra novio, sino que la pronunció en un tono más bien neutro.
—Antes salía con un chico, pero ahora no estoy con nadie —le respondí.
—Ya —repuso brevemente, asintiendo. No me preguntó qué clase de chico era, ni cuándo habíamos roto, ni nada por el estilo.
—¿Cómo conoció a su actual esposa, señor Nakano? —inquirí.
—Es un secreto —repuso él.
—Con esa respuesta sólo conseguirá que tenga más ganas de saberlo —insistí, y él me miró fijamente—. ¿Por qué me mira así?
—No tienes por qué fingir que te interesa, Hitomi —repuso él.
La verdad es que no tenía el menor interés en saber cómo había empezado la relación entre el señor Nakano y su tercera esposa. «No hay que subestimar al jefe —me susurró Takeo al oído más tarde—. Por eso tiene tanto éxito con las mujeres, porque conoce muy bien a la gente».
El señor Nakano aún no había vuelto, en la tienda no había nadie y Takeo estaba en casa de las abuelitas de Hachioji. Puesto que no tenía nada que hacer, seguí leyendo.
Últimamente, había un cliente que sólo venía cuando yo estaba sola en la tienda. Era un hombre un poco mayor que el señor Nakano. Al principio pensé que era casualidad que siempre apareciera cuando no había nadie más, pero no lo era. Si intuía la presencia del señor Nakano, se ponía nervioso y se iba, pero regresaba rápidamente cuando el jefe no estaba. «¿Viene muy a menudo?», me preguntó un día el señor Nakano, y yo asentí.
Al día siguiente, por la tarde, el señor Nakano estuvo un buen rato revolviendo cachivaches en el almacén de la trastienda. El hombre misterioso llegó a última hora de la tarde y se quedó vacilando entre la puerta y la caja registradora, donde yo estaba sentada. Mientras tanto, el señor Nakano lo espiaba desde el almacén. Cuando el cliente se acercó a la caja, salió con una sonrisa y empezó a hablar con él. Era la primera vez que oía su voz. El señor Nakano lo escuchó durante un cuarto de hora, mientras el cliente le explicaba que vivía en la ciudad de al lado, que se llamaba Tadokoro y que coleccionaba espadas y sables.
—Aquí no tenemos nada antiguo —repuso el señor Nakano, a pesar de que el cartel de la tienda anunciaba que vendía objetos de segunda mano.
—Pero tienen cosas muy curiosas —observó Tadokoro, mientras señalaba un rincón donde había revistas femeninas de los años veinte y unas figuritas que regalaban con los caramelos Glico.
Tadokoro era un hombre bastante atractivo. Tenía el rostro enmarcado por la sombra oscura de la barba afeitada. Si hubiera estado un poco más delgado, se habría parecido a un actor francés cuyo nombre no recuerdo. Su voz atiplada me ponía un poco nerviosa, pero tenía una forma de hablar tranquila y serena.
Un poco después de que se hubiera ido, el señor Nakano me dijo:
—No vendrá en una temporada.
—Pero si han mantenido una conversación muy cordial —susurré, pero él meneó la cabeza y, aunque le pregunté por qué Tadokoro no iba a volver, no quiso explicármelo. A continuación, salió de la tienda murmurando que tenía que ir al banco.
Tal y como el señor Nakano había predicho, Tadokoro estuvo una temporada sin dar señales de vida. Al cabo de dos meses, sin embargo, empezó a venir de nuevo, siempre intentando aparecer cuando mi jefe no estaba. Al entrar me decía «Buenos días», y se despedía antes de salir.
Nunca intercambiábamos más que esas cuatro palabras, pero el ambiente se cargaba cuando venía. Los demás clientes habituales también me saludaban al entrar y al salir, exactamente igual que él, pero su presencia no era tan sofocante como la de Tadokoro.
Takeo se encontró con él un par de veces.
—¿Qué opinas de él? —le pregunté.
Reflexionó unos instantes, con la cabeza ladeada.
—A mí no me huele mal —repuso al fin.
—¿A qué te refieres? —inquirí, pero él agachó la cabeza sin decir nada más.
Mientras Takeo vertía un cubo de agua delante de la tienda para limpiar la calle, pensé en el significado de «oler mal». Intuí más o menos a qué se refería, pero también supuse que no había querido decir lo que yo pensaba.
Cuando terminó de limpiar la calle, se dirigió a la trastienda con el cubo vacío y oí que murmuraba:
—Los tipos que huelen mal son los que sólo piensan en sí mismos.
Tampoco acabé de entender a qué se refería.

De la Autora – Hiromi Kawakami

Hiromi Kawakami (en japonés: 川上 弘美, transcripción: Kawakami Hiromi) (Tokio, Japón, 1 de abril de 1958) es una de las escritoras más populares de Japón.

Estudió Ciencias naturales en la Universidad de Ochanomizu y fue profesora de Biología hasta que en 1994 apareció su primera novela (Kamisama). Sus libros han recibido los más reputados premios literarios, que la han convertido en una de las escritoras japonesas más leídas. En 1996 obtuvo el Premio Akutagawa por Tread on a Snake. En 2000 obtuvo el Premio Ito Sei y el Woman Writer’s por Oboreru. En 2001 ganó el prestigioso Premio Tanizaki por la novela El cielo es azul, la tierra blanca (Acantilado, 2001), adaptada posteriormente al cine con gran éxito.

 

Libros de Hiromi Kawakami en español

El cielo es azul, la tierra blanca (Acantilado, 2001)
Algo que brilla como el mar (Acantilado, 2010),
Abandonarse a la pasión (Acantilado, 2011),
El señor Nakano y las mujeres (Acantilado, 2012),
Manazuru (Acantilado, 2006) y
Vidas frágiles, noches oscuras (Acantilado, 2015).

Éste Libro es una Golosina

Día 6 – Este Libro es una Golosina

Este Libro es una Golosina

Autores: Claudia Espinoza, Ignacio Urquiza, Alejandra Kawage de Quintana, Manuel Arango, José N. Iturriaga y Lula Bertrán

Editorial: GilbertoA.C.

Lugar y Año de la publicación: México 2018

Páginas: 275

Precio: $ 1244 Amazon   $1500 Mercado Libre  $1088 Gandhi (lo compré en enero, pero ya no lo tienen disponible)

ISBN: 978-607-7986-53-1

 

Sinopsis:

Este libro es una propuesta de Asociación Gilberto para conmemorar y celebrar treinta años de labor institucional con las comunidades más vulnerables del país.

Los textos que aquí se descubrirán nos transportan a los orígenes y contexto de cada dulce, algunos de ellos con las recetas para poder prepararlas en casa.

Son 270 páginas con ilustración de calidad que nos describen más de 80 golosinas mexicanas, en un formato de tapa dura.

Este libro es una golosina, una probadita del gran acervo dulcero de México, un rescate de los recuerdos gustativos de nuestra niñez, un libro de recuerdos y encuentros pero, sobre todo, un vínculo que nos une a los mexicanos en un mismo dulce placer compartido

 

¿Por qué en El lugar de Beatriz?

Porque habla de todos los dulces en toda la República Mexicana. De algunos nos muestra su origen, su historia, de otros hasta la receta.

Y bueno, no queda en dulces, también una que otra botanita

 

Mi opinión:

Este libro es una obra de arte. Por su contenido (historias de los dulces, recetas varias) y por sus hermosas fotos. Me encantaría hacer la prueba de preparar algunas de sus recetas

Desgraciadamente lo consigues solo en Amazon y en Mercado libre (50% más caro de lo que me costó a mí. Y digo desgraciadamente, porque es un libro relativamente nuevo, que tiene una buena casa editorial Ambar Editores http://www.ambardiseno.com/home#secc_contacto, pero su página muy pobre, no ofrece alternativa de compra (le metí el nombre del libro y no lo reconoció).

Entonces lo más accesible es Amazon

 

De los autores:

Claudia Espinoza, Ignacio Urquiza, Alejandra Kawage de Quintana, Manuel Arango, José N. Iturriaga y Lula Bertrán:

Busqué información en la casa editorial, no encontré nada sobre estas personas.